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El Imperio Alemán se terminaba de acomodar su traje frente al espejo, en unos pocos minutos comenzaría el evento de bienvenida. Era su uniforme militar; este era bastante simple, pues no cargaba con las grandes medallas de oro y plata, la tela era lisa y sus pantalones cubrían todas sus piernas hasta los tobillos, portando unos zapatos completamente cerrados de color negro.

Se peinó nuevamente su cabello para que sea presentable, pues el viaje largo le dejó desalineado. 

Terminando de acomodarse las mangas, se asomó por la ventana. Sus ojos se fijaron nuevamente en aquella montaña a la cual fue hace unas pocas horas. 

Ahí conoció a uno de sus futuros compañeros... el Alemán pensó que era un tipo muy extraño. Le siguió a escondidas y cuando fue descubierto e interrogado lo único que hizo fue salir corriendo; de tanto ocultarse entre las plantas, sus prendas blancas se ensuciaron. Y ni siquiera le dijo su nombre. 

—Verrückte Person...

Murmuró el Imperio Alemán recordando aquel incidente. 


Cuando revisó la hora nuevamente, decidió salir de su habitación y se dirigió al comedor. Durante todo su recorrido, el lugar parecía vacío, no le sorprendía demasiado;  pues los palacios de su hogar eran comúnmente silenciosos, claro, a excepción de cuando él y sus seguidores estaban presentes. 

Recordando dónde se encontraba el comedor, por suerte, atinó. Un sirviente le abrió las puertas y el Imperio Alemán se sorprendió. 

La razón por la que no había visto a nadie, era porque ya habían llegado. 

"Soy el último..."

Pensó el joven aplicando la expresión que practicaba continuamente, la sonrisa. Caminó hacia la silla que asumió, le pertenecía... a final de cuentas, era la única restante al final de la larga mesa. 

Por suerte no se equivocó con respecto al código de vestimenta, pues todos los presentes portaban prendas muy similares a la suya. 

Al sentarse finalmente, el anfitrión sentado a la cabecera, Inglaterra, se puso de pie y comenzó a hablar:

—Ahora que nos encontramos todos reunidos, le daremos comienzo a este banquete de bienvenida... Todos ustedes, jóvenes Estados, están destinados a gobernar sus territorios. El mundo siempre cambia y evoluciona, for I , he visto a grandes imperios florecer y tristemente perecer en la inestabilidad. Es por ello que he decidido abrir esta academia...

El Imperio Alemán se encontraba sentado recto como una tabla, se había vuelto instinto propio desde que su padre, el Reino de Prusia le enseñó sin cansancio acerca de los modales en la mesa. 

De pronto, una señorita inclinó su cabeza levemente hacia él y le susurró:

—Si se pregunta, usted no llegó tarde. Es solo que cuando los ingleses indican una hora, se refieren a diez minutos antes. 

En su mente, comenzó a dedicarle insultos a su padre por no haberle mencionado aquello antes de mandarlo a Gran Bretaña, el Reino de Prusia conoció cercanamente al Reino Unido y jamás le enseñó aquello. Pues en el territorio alemán, se debía llegar cinco minutos antes o a la hora exacta. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora