ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛𝔛ℑ𝔙

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔛𝔛ℑ𝔙: 𝔐𝔞𝔰𝔨𝔢𝔯𝔞𝔡𝔢

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Al día siguiente, el Imperio Alemán estuvo ausente de los ensayos y no salió de su habitación durante todo el día. Ni siquiera fue a comer en ninguna de las ocasiones, alimentándose únicamente de los pocos rayos de sol que se asomaban por su ventana.

En la madrugada escapó de la academia y partió directo hacia el puerto para esperar su barco de vuelta a casa. Sabía que Inglaterra le observó cada movimiento. Pues cuando se volteó hacia el establecimiento, se asomaba la única luz dentro del lugar, proveniente de la oficina del mismo rector.

Esperó durante horas hasta que logró partir de la tierra Inglesa. Continuamente cerrando los ojos y cuando volvía a revisar la hora en su reloj de bolsillo, parecía que el tiempo daba saltos que le ayudaban a reducir la espera.

Cuando su barco llegó, ya habían algunos otros cerca del puerto. Al momento de subirse, vio a una figura familiar, siendo tan reconocible aquella cabeza pelirroja. Pero antes de que lo viera el de ascendencia austríaca, el Imperio Alemán ya se había adentrado a una de las cabinas para encontrar algo qué comer, su estómago rugía como si tuviese cien leones hambrientos dentro de él.

Después de largas horas de viaje, finalmente llegó a su hogar. El palacio tenía mucho movimiento, los sirvientes iban de un lado a otro, le ponía un tanto curioso al Alemán.

—Papá, ¿qué sucede?

Preguntó el castaño llegando a la sala de estar. El rubio se volteó hacia su hijo sorprendido por la aparición inesperada.

—Gott, ¿cuándo llegaste? ¿Por qué no me avisaron los sirvientes? Uhm, hemos decidido que necesitas un corto descanso. En vez de estar aquí en este lugar tan... poblado, iremos a uno de los castillos en el campo.

La manera en la que le miraba, le brindaba una sensación extraña. La Confederación con aquellas pocas palabras, revelaba una extraña tensión.

—¿Está todo en orden?

Su papá le mostró una de sus habituales sonrisas y le respondió:

—Por supuesto, estoy un poco cansado, y tú también deberías estarlo... Heinrich está haciendo tus maletas, así que no te preocupes por absolutamente nada. Ve, acuéstate si lo deseas.

Le palmeó los hombros para relajar los hombros de su hijo para después revolverle los cabellos rizados. El Alemán intentó responderle con una sonrisa igualmente, pero las comisuras de sus labios apenas si pudieron moverse, efectivamente, estaba muy exhausto. 

Al entrar a su alcoba, se topó con su seguidor más fiel, Heinrich. Este acomodaba las prendas del Imperio lo más cuidadoso posible. Hacía su labor como si su vida dependiera de ello. Él siempre trabajaba con esfuerzo y dedicación, ¿por qué los superiores nunca le reconocían como alguien importante?

Ya que no había sido notada su presencia, el castaño tocó con sus nudillos suavemente contra la madera del marco de la puerta. Heinrich inmediatamente se volteó y una sonrisa enorme decoró su rostro al ver al Imperio. 

—¡Por fin regresa! Planeaba tenerle todo preparado de sorpresa, pero parece que usted me sorprendió.

El Imperio sonrió y asintió con la cabeza, él era uno de sus únicos amigos verdaderos... así que cerró la puerta detrás de él y se acercó lentamente hacia su seguidor. Heinrich le observó curioso, pero no preguntó nada, esperando a que él lo hiciera primero. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora