ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛𝔙ℑℑℑ

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Ya habían finalizado las clases de la semana y  era tiempo de descansar en su hogar. El Imperio Alemán cerró la puerta de su habitación con llave y salió del establecimiento de dormitorios. Con él, llevaba únicamente unos libros para estudiar, dejando sus pertenencias en el dormitorio para no cargar con tanto. 

Se topó con el Principado de Bulgaria, quien se encontraba sentada en una de las mesas del jardín. 

—¿Oh? ¿Irá a su territorio?

Preguntó la señorita curiosa al verle vestido para el viaje. Este asintió con la cabeza antes de responderle:

—Así es. Volveré hasta pasado mañana por la noche. ¿Y usted? 

El Principado de Bulgaria estiró los labios sutilmente. Lo parecía estar dudando, pero al final le contestó:

—No creo volver a mi hogar por el momento. Queda muy lejos. Pero usted disfrute del descanso. 

Finalmente se despidió de ella con educación y partió. Se encontró con Inglaterra a la entrada, quien justo había procurado que los carruajes llegasen a tiempo para quienes se iban durante el fin de semana. 

—Justo acaba de llegar la suya. 

Sonrió el mayor con las manos en la espalda. Un sirviente caminó rápidamente hacia ellos y le abrió la puerta del carruaje. 

—Mande un saludo a sus padres de mi parte. 

Le dijo el director al joven. Este simplemente asintió con la cabeza y se subió al vehículo para no estorbar. Una vez acomodado, cerró las cortinas y suspiró cansado. Durante el trayecto, analizaba las notas que había escrito para intentar memorizar lo aprendido. Para él era complicado en términos de comprensión prolongada. No importaba cuántas veces reescribía el contenido... Al momento lo comprendería perfectamente, pero en cuestión de días o incluso horas, lo olvidaba por completo. 

Todo ese recorrido, le sorprendía y le desanimaba lo continuo que tendría que ser. Por suerte, llegaría al palacio en la noche, así que solo tendría que cenar al llegar e ir directamente a la cama para después salir de cacería con sus seguidores . 

Cuando llegó al muelle para subirse al barco hacia su territorio, ya era la tarde. Y cuando se subió a la carroza para finalmente ir al palacio, pronto anochecería. El Imperio Alemán no dejaba de bostezar y constantemente tomaba siestas que luego eran interrumpidas por las piedras en el camino que movían el vehículo. 



Brincó del susto cuando la puerta de la carroza se abrió repentinamente. Había cerrado los ojos por un instante y ahora ya estaban estacionados frente a las puertas del palacio. 

—Perdóneme, su alteza. Hemos llegado, ya le están esperando. 

Avisó el cochero mirando hacia abajo en forma de disculpa y respeto hacia el superior. El joven se peinó por instinto los rizos que con sus manos sintió despeinados.  Salió de la carroza y se acomodó la ropa rápidamente . Respiró profundamente el aire puro de su tierra y caminó hacia el interior de su palacio. 

En la recepción se encontraban sus padres; el Reino de Prusia y la Confederación Alemana del Norte. El rubio sonrió en grande, fue el primero en hablar con un tono de alegría y en estrechar los brazos para su hijo:

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora