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Después de su muerte, al poco tiempo sucedió el funeral de la Confederación Alemana del Norte; el cual fue un evento privado con un número bastante reducido de invitados, pero de todas maneras fue despedido con honores y respeto. 

El Imperio Alemán veía la tumba de su papá. Seguido lo visitaba por largas horas para intentar hablar con él lo que antes no sabía expresar. No le importaba si se estaba muriendo de frío, se sentaba sobre la tierra húmeda o la nieve. 

Sabía que la Confederación por demasiados años se sintió culpable, por razones desconocidas, de los problemas que el Imperio Alemán sufría tanto emocionalmente como en su brazo izquierdo. Intentó corregir estos aspectos en su hijo a través de un riguroso régimen de sistemas médicos bastante dolorosos. El castaño no podía terminar de perdonar a ambos de sus padres por todo eso, pero ahora que veía la lápida helada de su papá, no podía evitar sentirse como el responsable de toda la tragedia. 


Una vez, después de sus habituales desastres por sus rabietas desesperadas, había pateado y atacado a su papá junto a otros de los doctores. 

En la noche, el joven Imperio Alemán nuevamente estaba decidido a escabullirse a la cocina para devorar la carne fresca que siempre le hacía relajar y apaciguar sus deseos extraños. Pero en su recorrido, escuchó ruidos extraños provenientes de aquella sala a la que siempre le llevaban por los procedimientos. 

De puntillas se acercó y se asomó procurando no ser descubierto por el presente en la sala. Alguien estaba llorando. Sentado en el sillón, un hombre rubio sollozaba con el rostro oculto entre sus dos manos. 

"¿Yo hice eso?", se preguntaba el castaño. "¿Yo lo hago sufrir...?"

Había noches en las que tenía que visitarlo y le cubría con alguna manta porque continuamente se quedaba dormido sentado, esperando por el retorno indeciso del Reino de Prusia. 


"No es tu culpa." No importaba cuántas veces el Imperio Alemán recordara lo que le dijo la Confederación, no dejaba de contradecirlo y el peso de sus acciones le destruían por dentro. Tampoco había visitado o escrito al Imperio Austro-Húngaro. Heinrich siempre le entregaba los mensajes que este le mandaba, brindándole apoyo y esperando al día que estuviera dispuesto a salir de nuevo. 

Alguien llegó detrás de él mientras realizaba su visita prolongada a la tumba de su papá. El Imperio Alemán no gastó energía en ver de quién se trataba, no le interesaba. Pero la voz de este se anunció sola y le forzó a prestar atención:

—Ya es hora. 

Confundido, el castaño se volteó hacia atrás para ver al Reino de Prusia; este miraba hacia abajo para ver el rostro de su heredero. Había algo en esa cara seria y fría, algo distinto, un mensaje diferente. La respuesta fue puesta en la mente del Alemán sin tener que recibir explicaciones. 

—Ah...

"Con que así es..."


Ya era tiempo de asumir el trono. El Reino de Prusia había dedicado los recientes días desde el funeral en acomodar todo y discutir la decisión final con sus ministros... El Imperio Alemán debía comenzar con su deber real. 

—Le he mostrado una sola vez a la Confederación esta sala. Todos los herederos deben apreciar este tesorero antes de heredar el cargo como monarca. Ya es tu turno de verlo. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora