ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔏𝔛𝔛ℑℑℑ

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En un gimnasio oscuro y sudoroso, la Unión Soviética se enfrentaba al Reich Alemán. El aire estaba cargado de energía y tensión, seguido de los sonidos secos de los golpes. A pesar de que el mayor tuviera la ventaja minúscula, realmente estaba tomando mucho tiempo en poder hacer que el menor se rindiera. 

A simple vista pareciera una pelea un tanto desigual. La familia rusa siempre poseyó mucha fuerza y resistencia, haciendo buena tonificación de músculos, por ello muchos les decían que parecían troncos, inclusive les comparaban con osos.

 Por otro lado, los alemanes eran más esbeltos pero formados; el único que se salió un tanto del molde fue Prusia, y era por ello que el Imperio Austríaco se burlaba de él diciendo que estaba gordo. Inclusive el legendario Estado de la Orden Teutónica a pesar de haber estado en numerosas batallas sangrientas, no era muy musculoso, la armadura le ayudaba a hacerle ver mucho más intimidante de lo que ya era. Reich no era excepción, era alto y mantenía el volumen bastante disimulado. 

—¿Tienes miedo?

Se burló el soviético al ver que los movimientos del alemán eran muy defensivos. Tras bloquear un golpe, el castaño rápidamente movió el brazo para dirigir su puño hacia el rostro del comunista, quien de inmediato lo esquivó inclinando levemente el cuerpo hacia el lado opuesto, entonces el Alemán dio otro de ese lado, siendo esquivado otra vez, así una, dos, tres veces más mientras el menor avanzaba y el contrario retrocedía. 

—¡El que tiene miedo eres tú!

Regañó el de ojos azules, apretando el puño aún más para un último ataque de esos, pero fue sorprendido cuando el soviético cachó su puño. Forcejearon en aquella posición, una sonrisa se posó en los labios divertidos del mayor, estaba batallando bastante en lidiar con la fuerza de esa serpiente.

Pensó rápido, decidiendo jalar el brazo del menor hacia abajo, llevándo consigo el balance de su contrincante. Con la mano libre agarró con firmeza la cara del menor desde toda la quijada. 

—No quiero pelear contra ti, ¿oíste? No quiero lastimar ese rostro tan hermoso. 

Reich fue sorprendido por aquel acto, pero no se dio por vencido. Distrajo la atención del soviético al hacerle pensar que intentaría algo con su otro puño, pero una ráfaga de tensión se apoderó del soviético en cuanto recibió una patada en el muslo. El dolor ocasionó que el menor se liberara del agarre, observando cómo el afectado luchaba para aguantarse las sensaciones. 

—Cuádriceps femoral, te lo destruyo y no solo te dará un dolor horripilante, afectará gravemente a la rodilla y toda la capacidad de siquiera caminar. 

Expresó sin arrepentimiento alguno, sabía lo que hizo. Una risa airosa se escapó del mayor mientras terminaba de detener el calambre con su fuerza. 

—Me saliste muy listo, doktorchik. 

Seguía burlándose de él por la forma en la que le dijo "doctorcito". Una vez se calmara su risa, le dedicó una mirada pícara, diciendo en un tono más serio:

—No te arrepientas de lo que pasará.



Los sonidos resonantes de los golpes llenaban el espacio, mezclándose con los jadeos y la respiración agitada de los dos hombres. A medida que la pelea continuaba, la tensión se intensificó, tanto en el aire como entre los dos combatientes. Cada golpe y cada movimiento reflejaban la esencia de cada uno, eran opuestos, pero lograban aprender rápido del otro. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora