ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛𝔏

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔛𝔏: 𝔊𝔯𝔬𝔰𝔰𝔣ü𝔯𝔰𝔱 ℜ𝔲𝔰𝔰𝔩𝔞𝔫𝔡

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En un gran salón donde se suponía debían llevarse a cabo bailes y ceremonias glamorosas, en donde el suelo debía estar relucientemente pulido, en donde las cortinas debían descubrir a las ventanas altas para dejar entrar los rayos del sol e iluminen los pilares bañados de oro... Todo era arruinado por la suciedad que se centraba, por el desastrado ensangrentado, por el debacle entre esos dos. 

Un joven de cabellos nocturnos tosió al caer de espalda contra el suelo, golpeándose la nuca con aquella superficie dura. Intentó jalar por aire con el dolor agonizante de sus costillas, pero la suela de una bota negra pisó su cara con fuerza. 

Su mano débil intentó apartar la pierna pesada, pero el victorioso achataba su pie contra su rostro ensangrentado, giraba su tobillo, embarrando la suciedad y la sangre espesa por sus heridas. 

Se apartó y le volvió a patear en el abdomen con tanta fuerza que el pobre ya ni tenía ganas de quejarse, simplemente apretaba la boca para evitar vomitar. Cuando el dominante tuvo suficiente, rió aliviado, se limpió las pequeñas gotas de sudor en su frente e intentó peinarse el cabello hacia atrás. Caminó cansado hasta dejarse caer sobre la única silla disponible. 

—Debo admitir... Aguantaste más, te felicito por eso, myatezhnik. 

Comentó al revisar la hora en su reloj de bolsillo. Observó al derrotado tumbado en el piso y arqueó la ceja antes de hacer una mueca para burlarse de él:

—Nu davay zhe, no te hagas el muerto, levántate o dime algo, no es común para ti permanecer tan callado.

Aquel joven lentamente se esforzó en si quiera sentarse, pero solo logró arrastrarse de tal manera que podía darle la cara al zar. Con la barbilla en el suelo, sus ojos cansados vieron al Imperio Ruso sentado con las piernas abiertas y una sonrisa decorar su desagradable cara.

—Ya te lo he dicho innumerables veces, Rossiya. Lo que haces está mal, ¿cómo te atreves a actuar de esa manera? A veces siento pena por ti, tenías potencial pero te dejaste caer al nivel de los que viven en pocilgas. 

Señaló el de alas enormes agitando los periódicos que tenían columnas escritas por él. Todas sus palabras expresaban odio hacia situaciones actuales y estaban llenas de sentimientos peligrosos para la gente. 

Rusia, príncipe, Gran Duque e hijo del Imperio Ruso. Un joven que era igual de azabache que su padre, pero a diferencia del hombre más rico del mundo, su descendiente era todo lo opuesto a su frívolo carácter. 

Quería refutar las palabras, pero su cuerpo dolía como el infierno, apenas podía recordar cómo se respiraba adecuadamente. La paliza que le dio fue tan fuerte que casi le deja paralítico. Rusia no era débil, para nada; pero ni siquiera él estaba al nivel de ese oso legendario. 

—Moy Bog, en serio eres un caso perdido. Tu nacimiento ya había sido suficiente y ahora me traes más problemas justo cuando estoy trabajando en algo mucho más importante. ¿Qué haré contigo?

Decía el Imperio Ruso sin realmente dirigirse hacia su hijo. Cuando Rusia nació, una tragedia sucedió; el día de su bautizo, miles de personas se apresuraron para ver al primer príncipe ruso después de tanto tiempo sin un descendiente de sangre imperial. Desafortunadamente, la gente se amontonaba y no había suficiente espacio ni organización para mantenerlos a todos. Muchas de esas personas eran campesinas y viajaron desde cientos de kilómetros por el mero hecho de ver al nuevo ser divino... Hubo más de mil heridos, y más de mil trescientos fallecidos. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora