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Pasaron días desde la actuación, la coronación del Imperio Austro-Húngaro estaba a la vuelta de la esquina y las clases finalmente terminaron. Todos partían a sus respectivos hogares definitivamente; algunos finalmente volverían después de más de un año, menos de dos. 

—He decidido que hemos concluido con las lecciones. Admito que encontré entretenimiento conociendo a esta generación joven. Descubrí peculiares brillos en cada uno de ustedes. Por supuesto que hay demasiadas cosas que deben descubrir por su cuenta, pero no se pueden encontrar escritas en libros o relatos, eso depende de ustedes. Debo agradecerles por la paz, la disfruté mientras duró. 

Inglaterra había dado su discurso de despedida en aquel puerto antes de dejarlos solos y volver a su morada en solitario. 

—Ah, siento que todo esto duró siglos... Pero por fin somos libres. 

Agradeció el Reino de Italia extendiendo sus brazos hacia el cielo para respirar el aire fresco sin cargas académicas. 

—Admito que me agradas, será extraño vivir sin un niño entre las paredes fingiendo ser un fantasma. 

Rió el Reino de Serbia revolviendo los cabellos de Polonia. El de ojos rojos frunció el ceño y le regañó:

—Soy mayor que tú. 

—Pero no parece. 

Se burló este en respuesta a la queja del Polaco. El Principado de Bulgaria se acercó al Imperio Alemán e intentó iniciar una conversación con el castaño:

—El tiempo pasó muy rápido, ¿no es así?

Mientras ella hablaba, el alto había estado revisando algunas de sus pertenencias para asegurarse de que no olvidó nada. 

—¿Le parece?

Preguntó este desinteresado a la dama. Ella asintió con la cabeza y prosiguió:

—Así es. Dicen que cuando uno disfruta mucho el momento, así sucede. Mire, nuestros territorios no están demasiado alejados, algún día podríamos reunirnos para charlar y beber té, ¿qué le parece?

El Imperio Alemán la miró sorprendido, estaba intentando encontrar las palabras adecuadas para no sonar grosero al rechazar su propuesta inútil, pero por suerte alguien llegó a salvarle.

—Deutsches Reich, ¿podría ayudarme con mi otro equipaje?

Un chico pelirrojo arribó cargando con sus dos manos una de las maletas. El castaño le agradeció a los cielos y se excusó para acercarse al Austro-Húngaro. Le retiró con suavidad la maleta y con su otra mano cargó con la otra. 

—Mírela, ahora piensa que haber pedido su ayuda era la mejor manera de atraerlo. 

Susurró el joven con una sonrisa victoriosa. Caminando a su lado, el Alemán le escoltaba hacia su respectivo barco. 

—Pero no serviría de nada, ya estoy interesado en alguien más. 

El Imperio Austro-Húngaro se relamió los labios al sentirse apenado y comenzó a jugar con sus manos.

—Wirklich?

Cuestionó con ilusión, hasta sus ojos brillaron más con los rayos del sol brindando color. Pero el Imperio Alemán arqueó una ceja analizando la respuesta y terminó negando con la cabeza lentamente. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora