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Alemania dejó flores en un grupo de tumbas, siempre procuraba limpiarlas en las mañanas. Con un trapo quitó las gotas frías de la mañana y ahuyentó las hojas que cayeron del árbol majestuoso que les daba sombra. Cuando llegó un gorrión a posar sobre una de estas, Alemania tomó la oportunidad de dar una breve reverencia para despedirse y dejarlos en cuidado del ave. 

Después de la muerte del Kaiser, varios servidores perdieron la vida, siendo ejecutados o forzados a cometer suicidio. Estos incluían a los altos mandos, gente perteneciente al círculo más cercano del antiguo gobernante, asistentes, agentes y manos... Como Heinrich. 

Heinrich pudo haber sido el primero en quitarse la vida en cuanto vio a su Kaiser morir; la relación de ambos era más profunda que amo-sirviente, eran amigos desde jóvenes. Pero se aguantó lo más que pudo para entregarle a Weimar la Cruz de Hierro y explicarle todo lo posible en poco tiempo.

Al despedirse, de repente se topó con una gran tumba, más grande que las demás y con más elaboración, casi como un mausoleo.

Se quedó mirando esta construcción de piedra mientras su piel hormigueaba y sus oídos escuchaban el torturante sonido de la cuerda plateada meciéndose mientras apretaba y ahogaba a su padre.

Recordó vívidamente cómo se rompió su cuello, se retorcía como un animal moribundo... Cómo luchó por respirar y se ahogó en completa agonía. Todo el sufrimiento que había causado en su vida se concentraba en su cuello... No era como si el Kaiser estuviera pidiendo aire, estaba listo para morir, pero fue un camino tan doloroso que incluso los más valientes tuvieron miedo hasta que sus rodillas temblaron.

La picazón rodeó su cuello y por un momento dejó de respirar. El joven tosió mientras caminaba hacia atrás y huía del cementerio del antiguo palacio. Han pasado seis años desde su ejecución, Alemania ya tenía veinticinco y sin embargo, no podía pasar un día sin revivir esos momentos, porque había tanto odio dentro de él al presenciar el evento que ni él sabía de dónde salió tan poderosa emoción... y no había mucho que pudiera hacer para olvidarse de los problemas... 


El palacio ya no tenía uso, no existía la realeza. No se molestaba en asomarse a ver, ¿qué caso tenía? Pero ahí los cuerpos podían estar protegidos; tampoco podían abandonar el mausoleo de la Confederación Alemana...

Salió de la vieja residencia y se adentró a las caóticas calles de Berlín. Se salvaron de muchas catástrofes, los bolcheviques venían tocando la puerta desde la zona de Bavaria pero lograron ahuyentarlos, Weimar hizo las pláticas, pero Alemania escabulló una nota dedicada a alguien en particular:

"Saca a tus mugrosos comunistas de mi casa."

Revolución tras revolución, en algún punto debieron parar, y por suerte los momentos más críticos terminaron, pero había mucho trabajo que hacer. 

Hubo una hiperinflación que acechó el país por unos años, la moneda había perdido su valor absoluto, hubo aumentos de precios inmensos y mucho sufrimiento. Añadido a la crisis, los Aliados seguían exigiendo los pagos, cada año deseaban dos billones de marcos... Algo que simplemente no se podía pagar. No existían formas de potenciar la economía, las industrias las habían perdido. 

Alemania debía dársela al Kaiser, era muy complicado mantener el dinero. Seguramente fue más fácil para él porque tenía a esos padres genios. Pero ellos, no tenían a nadie sabio. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora