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"Sobre nosotros, sin nosotros.
Esta es la traición del occidente y la muestra de deslealtad por parte de los aliados que prometieron mantener la paz y el orden. El treinta de septiembre de mil novecientos treinta y ocho, aquellos términos quedaron grabados en las mentes de todo checoslovaco que sufre con su madre. Las potencias acordaron sin consulta una cesión ruin, rindiéndose ante las exigencias del Tercer Reich, entregando sin remordimiento casi una tercera parte del territorio de Checoslovaquia. En vez de acuerdos, debería llamarse un funeral.
Se impuso un plazo de diez días para la retirada y desalojo de las autoridades así como de funcionarios checoslovacos de las zonas invadidas. Un arduo esfuerzo de veinte años fue arrebatado sencillamente por las amenazas de un nazi prepotente.
«No invadiré otros territorios.»
¿Tanto pueden confiar en el Führer?"
La ciudad se sumió en un silencio ominoso, roto solo por el crujir de vidrios rotos que resonaba en las calles desiertas. Las llamas danzaban en el horizonte, iluminando la oscura noche con destellos anaranjados. Entre las calles se juntaban las turbas, cortando el aire frío de noviembre con el calor de su ira, sumergiendo a otros en caos y desesperación.
En una sinagoga, en donde se oraba en hebreo, los congregados fueron ensordecidos por los estruendos de una lluvia pesada de piedras y ladrillos, creando el granizo filoso proveniente de las ventanas . Fuego había alrededor y gritos de dolor ya provenían de las calles que rodeaban la sinagoga, pues los negocios y casas habían sido atacadas por igual. Muchas paredes ya habían sido pintadas con palabras que remarcaban la clase de humanos que eran, y ahora los escombros eran las prendas de esas rayaduras.
—¡Judíos de mierda, esto es lo que se merecen!
Vociferaban los agresores de edades jóvenes y adultas que portaban el mismo símbolo con orgullo, la esvástica. Prendieron fuego a la sinagoga, y los que escapaban de las llamas, pronto eran atacados por quienes los esperaban afuera.
—Señor, ¿deberíamos interferir?
Cuestionó un servidor entrando a la estancia de su jefe, Hamburgo. Este, inadvertido, alzó la mirada curioso.
—¿De qué hablas?
—Hay pogromos por toda la ciudad.
Así, como en muchas otras ciudades del Reich, ocurrieron los pogromos. En un pequeño callejón, un grupo de hombres vestidos con uniformes marrones y esvásticas en sus brazos se reunían en conspiración. En el otro extremo, un anciano judío, observaba nervioso desde la entrada de su tienda de antigüedades. Esa tienda entre todas las demás de aquellos barrios, fueron asaltadas y destruidas por las masas enojadas.
Los desastres fueron tantos que se tuvieron que involucrar los bomberos para evitar que el fuego se propagara a otros edificios no-judíos. Entre las multitudes, Nuremberg salió de su oficina para ser iluminado por las llamas ardientes de aquellas zonas.
—¿Pero qué es todo esto...?
Susurró con los ojos abiertos como platos. En eso, detrás suyo, oculto entre las sombras, una risita anunció su presencia. Con pasos cortos y apurados, corrió hacia la ciudad la figura de un niño que vestía de un camisa marrón y pantalones cortos negros, con un corbatín en su cuello como si de un scout se tratara, y lo que más resaltaba era la banda con la esvástica en su brazo izquierdo.
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Lieber Edelweiß | Countryhumans
FanfictionLa flor de Edelweiß vive escondida en los helados Alpes. Una bella flor blanca de apariencia frágil. Pero cuidado, porque ese espejismo oculta lo resistente que es, lo reservada que es... lo solitaria que es en la brillante nieve... como si no quisi...