ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔏𝔛

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔏𝔛: 𝔇𝔢𝔯 𝔢𝔯𝔰𝔱𝔢 𝔈𝔫𝔤𝔢𝔩

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"Si tan solo la vida fuera como en las pinturas...

Si tan solo pudiera dirigir mi vida como cuando sostengo un pincel y puedo ilustrar lo que me plazca.

Si tan solo pudiera corregir los errores con más pintura encima, y el resultado final no permita ver las equivocaciones que yacen debajo.

Ojalá mi vida fuese una pintura, eterna y bella. Sin importar los años o los siglos, sigue permaneciendo igual, intacta y admirable.

Lo deseo porque sé que mi reputación y las historias narradas que mencionen mi serán dudosas y se enfocarán en mis actos cometidos durante una guerra inevitable, y no cuando fui la alegría de muchos, cuando me agradecían por las convivencias y la diversión. Pero son los sobrevivientes quienes dan su propia narración, sea cierta o no.

A pesar de aún tener muchas cosas qué hacer o decir, sé que mi tiempo se ha acabado. No puedo ver, pero mis manos se mueven automáticamente para escribir esto, eso posee significado. Ahora debo emprender viaje al otro mundo, y dejar todo atrás... Sé que Dios me comprenderá, sabrá mis motivos y me permitirá reunirme con mis antecesores.

Yo sé lo que el mundo de los vivos pensará de mí, sé cómo seré descrito en las futuras generaciones, pero eso no me importa, en el más allá no existen tales beneficios o perjuicios.

Pero no importa qué, la ley de la naturaleza dicta una sola cosa, yo nací para reinar y fui elegido para esto por divinidad. Desde mi nacimiento se supo lo que iba a ser, mi bandera es una y única, completa y definitiva.

Dejo aquí mis últimos decretos que deben respetarse y cumplirse por obligación, y los usurpadores que crean posible interferir, deberán traer adelante algo más poderoso que la palabra de un soberano, de alguien elegido y conectado con mi territorio, con mi alma y mi sangre...

Los reto.

..."

Una brisa más fría que fresca hacía bailar los cabellos sutilmente, como si los fantasmas estuviesen soplando. Apenas era el alba y los primeros rayos de sol comenzaban a asomarse entre las montañas, aquellos rayos débiles no podían iluminar el ambiente por más que se deseara.

Eran los momentos de un funeral; los pájaros dejaron de cantar a pesar de estar amaneciendo, las flores perdieron color, y los corceles blancos permanecían como estatuas, ningún animalito se asomaba con curiosidad.

Había una neblina que daba aspecto fantasmagórico que acompañaba el ambiente frío en aquel lugar abierto antes de proceder en el sepulcro hacia la Cripta Imperial, donde descansaban los restos del Imperio Austríaco y el Sacro Imperio Romano Germánico. Esta era la última oportunidad de verle físicamente antes de ser encerrado en un sarcófago enorme en una bóveda dedicada a él, rodeado de oro, con esculturas de mármol encima. Se debía admitir que los sarcófagos tan personalizados y detallados de los austríacos eran sumamente hermosos, en sí una obra de arte.

Las últimas lluvias del año finalizaron, pues las próximas serían de nieve. Todos, vestían de negro. Todo era deprimente y tenso. En una fila larga, Alemania finalmente llegó a ver de cerca el cuerpo del Imperio Austro-Húngaro.

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora