ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔙ℑℑℑ

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔙ℑℑℑ : 𝔗𝔯𝔞𝔲𝔯𝔦𝔤𝔨𝔢𝔦𝔱

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La respiración del rubio se paralizó por completo, sus brazos mantenían su cuerpo de no caer y sus ojos no podían despegarse del azabache... quien estaba debajo de él.

El suelo al estar cubierto de nieve, no permitió que la Confederación Germánica se diese cuenta de las rocas cubiertas con la resbaladiza escarcha, las cuales pisaría al momento de acercarse al Reino de Prusia. Como resultado, el pie se le deslizó al pisar la escarcha, haciendo que perdiese el equilibrio y cayera hacia adelante, colocando sus brazos frente a él como instinto.

No sabía decir si eran los nervios, la admiración o el susto que aún controlaba su cuerpo. Pero sabía una cosa muy clara, lo que le ocasionaba la falta de coordinación no le permitía ni pensar ni moverse... lo único que podía hacer era ver el rostro del alado de cerca.

Era su primera vez siendo capaz de observarle tan de cerca. Con el suficiente tiempo y luz podía lograr definir en su memoria cada facción que le conformaba. Desafortunadamente, la sorpresa reflejada en el rostro del Reino de Prusia pronto cambió.

Al tragar saliva, la realidad le dio una cachetada al Reino de Prusia. El accidente había sucedido tan rápido e inesperadamente, con la falta de aire y más el extraño cansancio, Prusia no pudo esquivar, ni siquiera lograba pensar coherentemente.

Los ojos azules de la Confederación Germánica eran grandes e intensos , como un océano iluminado por el sol. Debía admitir que eran sorprendentes, pero un sabor ácido le cobraba en la lengua al recordar la similitud que encontraba en otros con aquellos ojos.

Frunció el ceño y colocó su mano derecha en el pecho del rubio para hacer que se apartara.

—Está muy cerca.

Fue lo primero que dijo. Cuando empujó levemente a la Confederación Germánica, el Reino de Prusia se deslizó hacia atrás para poder librarse. Ambos permanecieron sentados en la nieve, uno aún con la mirada pegada en el otro, mientras que el contrario hacia todo lo posible para ignorar la situación.

Prusia se puso de pie y comenzó a sacudir la nieve que se le pegó. Acto seguido, el menor se levantó lentamente y continuó mirándolo.

Aquello incomodó al azabache y preguntó con una leve molestia:

—¿Qué? ¿Tengo algo en el rostro?

La Confederación Germánica se rascó la nuca y señaló hacia el mayor para responder casi en un murmullo apenado:

—Su... cabello. Se despeinó...

Prusia rodó los ojos y con una mano se peinó el cabello hacia atrás, dejando algunos de sus mechones cubriendo su frente debido a la corta longitud de estos frontales. Al terminar aquella acción, Prusia había vuelto a su porte común.

El alado al darse cuenta de que el rubio continuaba siguiéndole con la mirada cada diminuta acción, carraspeó para despertar a la Confederación Germánica del mundo de los sueños.

—Ah, si... Hay que seguir, pronto llegaremos a nuestros destino.

Dijo el rubio apenado y evitando ver al mayor nuevamente. Este fue el primero en continuar caminando, acelerando su paso para evitar que el mayor estuviese a su paso.

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora