ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔛

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Los murmullos comenzaron a llenar el salón cuando el Reino de Prusia terminó de hablar. Miradas de asombro, confusión, y desaprobación eran dirigidas al mismo tiempo hacia el joven determinado. 

El Sacro Imperio Romano Germánico abrió levemente las alas al estar sorprendida y molesta. Acto seguido, comenzó a jugar con uno de los anillos en su dedo. El Reino de Prusia le dedicó una mirada desafiante y continuó:

—A menos de que concuerde con la siguiente propuesta, yo no bajaré mi declaración de guerra. Acepte darme el territorio de Silesia pacíficamente y todo este conflicto se podrá resolver sin derramar sangre. ¿Qué dice? Todos estamos dispuestos a escucharle. 

Los ojos de las potencias fueron dirigidas hacia la anfitriona, quien no se esperaba nada de lo sucedido. El par se dedicó unas miradas serias, como una competencia de quién se volteaba primero. Una pequeña risa incrédula ante la amenaza se escapó de los labios de la mujer.

—¿Königreich Preußen? Jamás imaginé que fueses un comediante. 

Pero ante la burla, Prusia frunció el ceño y alzó la voz :

—Hablo en serio. Si no acepta cederme Silesia voluntariamente, yo lo tomaré a la fuerza. Es mi derecho. 

La mujer negó con la cabeza sin poder creer la traición que estaba cometiendo hacia ella. 

—¿Qué le hizo pensar que este montaje fue una buena idea? 





—¡¿Ustedes sabían de todo esto?!

Preguntó alterado el azabache. Suiza tenía la cabeza gacha sin decir ni una sola palabra y el menor seguía sorprendido por la situación. Austria, quien observaba todo desde el rincón de la habitación, chasqueó la lengua y le contestó:

—¿Cómo no lo sabríamos? Que tú no eres uno de nosotros siempre estuvo frente a nuestras narices, todos en este imperio lo saben. El único que era ciego fuiste tú. 

Una sonrisa burlesca decoró al rubio y este continuó:

—¿En serio creíste que eras nuestro hermano? ¿Wirklich? Mi madre solo te utilizaba a su favor. Vaya, en serio eres un estúpido. 

—El estúpido eres tú con esa maldita actitud. Mejor lárgate. 

Murmuró el alado sintiendo la rabia consumirlo. Pero el rubio permaneció donde mismo, observándolo seriamente. Verlo le alimentaba la llama de emociones intensas. Sus ojos azules eran iguales a los de aquella mujer, una réplica exacta. Un traicionero, mentiroso, egocéntrico. Su estrés crecía con sentirlo cerca, parecía que lo torturaba.

—¡Dumme Österreicher! ¡¿Estás sordo?! ¡Que te largues de aquí!

Explotó mientras le lanzaba un florero cercano. Este se estrelló contra la pared a unos pocos centímetros de Austria, sorprendiendo a los presentes. El rubio negó con la cabeza murmurando cosas incomprehensibles antes de salir y azotar la puerta de la habitación. 

—Preußen...

Llamó Suiza con un nudo en la garganta, ver cómo su familia se desmoronaba era increíblemente doloroso para la dama. Esta intentó acercarse al azabache, pero este delicadamente estiró el brazo para mantenerla lejos. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora