ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 ℑℑℑ

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 ℑℑℑ : 𝔍𝔞𝔤𝔡𝔞𝔶

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Un disparo resonó por los tranquilos bosques, el fuerte estruendo hizo que la Confederación Germánica retrocediera. Prusia fue quien disparó con su escopeta hecha de los mejores materiales, las placas metálicas tenían patrones únicos de la casa prusiana. 

El Reino de Prusia bajó su arma y frunció el ceño al darse cuenta de que falló su tiro hacia el ave que tenía de presa. 

Su asistente se acercó y le tendió su otra escopeta para recargar la primera. Mientras Prusia se preparaba, la Confederación Germánica habló:

—Parece que le agrada mucho la cacería.

Prusia apuntó hacia el ave que se escondía en los densos árboles. 

—Así es.

El fuerte sonido hizo a la Confederación entrecerrar uno de sus ojos. 

—¡Codorniz caído!

Exclamó su asistente. Prusia pareció satisfecho y bajó su arma. La Confederación Germánica se acercó a Prusia y aclaró su garganta para hablar:

—A reunirnos en un lugar donde nadie nos vea, no me refería a un bosque en sí. Pero es ingenioso de su parte, nos encontramos justo a la frontera de nuestros territorios, me será más fácil volver sin elevar sospechas. 

El alado suspiró cansado y comentó:

—Soy capaz de notar su desinterés en esta actividad. Puede cancelar este encuentro si tanto le desanima.

La Confederación se sorprendió cuando el mayor mencionó aquello, se sobresaltó y alzó los brazos en inocencia al momento de excusarse:

—No, no me refería a que deseaba irme. Solo decía que esta actividad se me hacía inesperada. Usted logra sorprenderme. 


El par había estado intercambiando cartas por varios días usando sus motes impuestos por el rubio. Las cartas eran enviadas desde territorio Austríaco hasta territorio de la Confederación y finalmente llegaba a Prusia, esto era para no generar sospechas y no enviarlas entre territorios enemigos.  Prusia debía admitir su sorpresa ante el plan tan cuidadoso del menor. 

Su primer encuentro después de haberse conocido en el banquete y haberse escrito por muchos días lo propuso el alado. El bosque se encontraba en el territorio de Prusia cerca de la frontera entre ambos. A pesar de todos esos años de su existencia, nunca tuvieron encuentros privados hasta aquella noche en el banquete. 


Cuando volvió su asistente con la presa en mano, Prusia asintió con la cabeza. El ave fue puesta en una carreta en el campo de descanso, ahí estaba la comida, bebidas, y otros de los sirvientes atendiendo el lugar. 

Prusia observó cómo uno de los sirvientes se le acercó a la Confederación Germánica y le tendió uno de los rifles. El rubio admiraba el arma como un tesoro, incluso sus manos temblaban nerviosas. 

El mayor succionó sus labios intentando ocultar sus ganas de reír, le dio su arma a su asistente para que se la cuidara y se acercó a su invitado. 

Se cruzó de brazos, ladeó la cabeza y preguntó:

—¿Sabe usarla?

La Confederación dudaba en lo que debía responder. Observó nuevamente la exquisita arma y respondió en un tono bajo:

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora