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De vuelta en las ocupadas calles de Berlín, Alemania se mezclaba entre todos esos mortales. A pesar de estar escuchando toda clase de conversaciones al pasar, era cierto que no le prestaba atención a los humanos; si miraba hacia alguien, era como si fuese transparente porque realmente no le prestaba atención, solo veía su camino en frente.

Le tendió unas monedas a uno de los jovencitos que vendía periódicos para poder agarrar uno y leer su contenido.

"I. Debemos pedir cuentas a los criminales de noviembre de 1918. ¡No perdonamos la muerte de dos millones de alemanes, exigimos venganza!

II. Nuestras calles y plazas volverán a llevar los nombres de nuestros héroes; no llevarán nombres de judíos. La deshonra de la nación debe cesar.

III. La administración del Estado debe ser limpiada de la chusma que se ceba en el puesto de los partidos políticos.

IV. Hay que exigir un gran esclarecimiento en el tema del Tratado de Paz. ¿Con pensamientos de amor? ¡No! Sino en santo odio contra los que nos han arruinado.

V. El fraude de la actual locura del dinero debe ser puesto al descubierto. Las mentiras deben cesar.

VI. Como fundamento de una nueva moneda deben servir los bienes de los que no son de nuestra sangre. Si familias que han vivido en esta tierra durante mil años ahora son expropiadas, debemos hacer lo mismo con los usureros judíos.

VII. Exigimos la expulsión inmediata de todos los judíos que han entrado en la República desde 1914 y de aquellos que mediante engaños en la Bolsa de Valores u otras transacciones turbias se han enriquecido.

VIII. La escasez de viviendas debe paliarse mediante una acción enérgica; hay que dar casas a quienes las merecen.

Los extremos deben ser combatidos por extremos. Contra la infección del materialismo, contra la pestilencia judía, debemos mantener en alto un ideal en llamas. ¡Viva la Vaterland!"

Sonrió incrédulo ante semejantes discursos intensos, ¿cómo eso pudo pasar sin censura? Según él estaban prohibidas esas ideologías por ser extremistas, Weimar los acusaba de traición. Fuera cual fuera el caso, los enemigos políticos siempre existirían, solo que en algunos lugares se lidiaba mejor con ellos; en su país solo se les daba la pena de muerte después de los juicios intensos con pruebas adecuadas, eso era la traición, pero si se salvaban solo eran terroristas por unos años en prisión. Si podía ser sincero, eso debería cambiar.

En su recorrido calmo, algo más llamó su atención, en un callejón, de reojo, pudo encontrar una escena antes de dirigirse hacia allá.

—¡Te lo juro, no fue mi intención!

Exclamó con la voz rota un pobre mortal quien estaba tumbado contra la pared del callejón sin salida. Sus manos débiles estaban alzadas frente su cara en forma de protección contra los palos de esos dos perpetradores .

—¡¿Cómo te atreves faltarnos el respeto, maldito judío?!

Le golpeó con fuerza y el mortal se hizo bola mientras lloraba.

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora