ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔏𝔛𝔛𝔙

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔏𝔛𝔛𝔙: 𝔗𝔢𝔲𝔣𝔢𝔩 𝔇𝔢𝔞𝔩

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La estación de tren estaba repleta de seres que iban de un lado a otro, todos estaban allí pero aún así sus rostros eran invisibles, eran presencias que pasaban rápido pero todo se sentía lento al mismo tiempo. Lentamente descendió los escalones y escapó de la densa nube de humo con olor característico del tren. Con una maleta en mano caminó en solitud contra las olas de las personas. Nadie podía verlo, su presencia era como un destello tan breve que al momento de haber volteado para clarificar lo que viste, ya no existía rastro de su eminencia. 

—Londres es una ciudad repugnante. 

Se dijo Reich a sí mismo cuando observaba aquella ciudad decepcionante. Las fábricas en el horizonte, mezcla de estilos arquitectónicos, humo de todas las chimeneas, casas reducidas, calles con restos de aguas, y mucho movimiento. 

Revisó la hora en su reloj de mano y suspiró antes de ponerse en marcha. No se molestó en ver o explorar, todo era feo, gris y sucio. Llegó al hotel de lujo en donde le asignaron su habitación y en cuanto dejó su maleta en la cama, se salió para ir hacia la estancia del piso en donde se hospedaba; la estancia era elegante y complementaba el ambiente del hotel, alfombras coloridas, sillones de cuero blanco, candelabros pequeños, y un ventanal enorme que daba a conocer una "vista". 

El ceño de Reich se frunció levemente al notar a una figura familiar fumar en soledad. Se cruzó de brazos y lentamente se acercó hasta delatar su presencia:

—Vaya, no imaginé que te invitaran también, Sov. 

El comunista se giró y al soltar humo de su boca, le dedicó una sonrisa coqueta al menor. 

—Menos a alguien como tú. 

Respondió el soviético aún manteniendo su sonrisa que en ocasiones irritaba al Alemán porque no desaparecía fácilmente y era frustrante. 

—¿Por qué te habrán invitado?

Cuestionó Reich teniendo mil ideas rondando por su cabeza, ¿qué tan importante era todo esto?

—No sé qué es peor... Traer a quienes no son miembros, o a quienes renunciaron con escenas emblemáticas. Tú dime, Reich. 

El de mechón dorado apuntó al nazi con su cigarro mientras evitaba su impulso de ponerse de pie y tomarlo. 

—Tal vez los dos somos igual de peor. 

Sugirió Reich mientras sus cejas se alzaban tan levemente que era casi imperceptible notarlo, pero para Sov no era nada fuera de lo normal. El mayor se encogió de hombros y siguió fumando mientras decía despreocupado:

—Sea cual sea la razón... Es mejor mantenernos callados, solo esta vez. No sería muy grato aparecer en la primera plana de un periódico, ¿verdad? Aunque, creo que tú ya le agarraste gusto por ello. 

Lo último fue puro provocamiento intencional, haciendo que Reich rodara los ojos y bufara. Acto seguido, el mayor le hizo una seña con el dedo para que el castaño se acercara a él. Al principio dudó de sus intenciones, pero finalmente optó caminar lentamente hacia él. El soviético permaneció sentado en ese sillón individual mientras el Alemán esperaba lo que diría el mayor estando de pie. 

—Te ves muy bien hoy. 

Murmuró el de mechón dorado mientras sus ojos le exploraban de pies a cabeza y viceversa; por alguna razón, verlo en traje y gabardina se le hacía demasiado atractivo... de una manera peligrosa. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora