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"¡En pie, Españoles!"
"¡Españoles! A cuantos sentís el santo amor a España, a los que en las filas del Ejército y la Armada habéis hecho profesión de fe en servicio de la Patria, a cuantos jurasteis defenderla de sus enemigos hasta perder la vida, la Nación os llama a su defensa. Mi mano será firme, mi pulso no temblará, y yo procuraré alzar a España al puesto que le corresponde conforme a nuestra historia y que ocupó en épocas pretéritas... Todos los españoles estarán obligados a trabajar sin exclusión. El nuevo Estado no puede sostener ciudadanos parásitos."
Las colinas áridas de España se extendían hasta donde alcanzaba la vista, teñidas por el cálido resplandor del sol. La tierra estaba marcada por el conflicto que se sembró cruelmente, y el eco distante de disparos y explosiones que resonaba en el aire ya era cotidiano. El paisaje era testigo del choque de ideologías que amenazaba con desgarrar la nación.
En el cielo, una bandada se expuso en el cielo saliendo de las nubes densas. No se trataba de las aves bellas que viajaban, sino de unos monstruos aéreos que anunciaban su llegada con motores violentamente ruidosos que rugían tal como dragones. Muchos fueron testigos de semejante manada aérea, pero solo pocos conocían su paradero.
Mientras la bandada de aviones descendía gradualmente, los dos líderes se asomaban por las ventanillas para admirar los paisajes ibéricos. Tocando el suelo de la pista, los aviones siguieron avanzando sobre ruedas hasta frenar por completo y sin perder formación. Los mortales se bajaron y prepararon todo antes de abrir la puerta y bajar los escalones.
—Mira, que nos quieren recibir.
Señaló el Duce al palmearle la espalda a su amistad antes de ser el primero en descender los escalones mientras las hélices gigantes terminaban de girar. Seguido de el hombre de uniforme blanco, emergió el de uniforme negro con una banda roja que resaltaba en su brazo izquierdo.
Formados hacia el borde de la pista, yacía un grupo esperándolos. El jefe de ellos, sonrió suavemente y se le acercó al dúo.
—Honestamente, me sorprendió la puntualidad de su llegada.
Comentó Portugal antes de estrechar la mano a cada uno. El Italiano rió y miró de reojo al Alemán para bromear:
—Agradécele a mio amico Reich, es un fanático de tener todos los relojes perfectamente alineados.
Portugal ocultó su risa al ver que el nazi no le había encontrado motivo para si quiera fingir una sonrisa ante el chiste que ni parecía. Después de un silencio extraño, el anfitrión volvió a hablar:
—Podríamos permanecer aquí y charlar pero me temo que hay alguien que desea verlos con ansias... Antes de que cambie.
Lo último fue lo que le llamó la atención a Reich, desconocía si se refería a "cambiar de opinión", pero algo no le daba buena espina. Sin embargo, no se atrevió a preguntar nada aún, permitiendo ser guiado hacia el vehículo exclusivo de los tres mientras todos los mortales preparaban las cargas.
Viendo cómo el chofer se desviaba de la carretera que los llevaría a la capital, el Reino de Italia cuestionó:
—¿No iremos a Madrid?
Portugal negó con la cabeza, explicando a medias:
—No le gusta nuestra presencia, y no está al alcance por el momento.
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Lieber Edelweiß | Countryhumans
Hayran KurguLa flor de Edelweiß vive escondida en los helados Alpes. Una bella flor blanca de apariencia frágil. Pero cuidado, porque ese espejismo oculta lo resistente que es, lo reservada que es... lo solitaria que es en la brillante nieve... como si no quisi...