Lieber Edelweiß | Countryhumans

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𝔎𝔞𝔭𝔦𝔱𝔢𝔩 𝔛ℑℑℑ : 𝔐𝔢𝔦𝔫 𝔉𝔩ü𝔰𝔱𝔢𝔯𝔫

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—¿Tenemos un trato?

Preguntó el Reino de Prusia entregando un documento hacia su invitado listo para firmar; este pensaba detenidamente, se cruzó de brazos y se recargó contra el respaldo de la silla, era una decisión difícil de tomar, Prusia lo comprendía.

El Reino de Italia se reincorporó y le sonrió mientras se acercaba para firmar la alianza. 

—Va bene, pero recuerde mis condiciones anteriormente comentadas. Le debo un favor por haberme ayudado antes. Veo que la introducción que le hice ha ayudado. Bien, tenemos un trato. Gusto en conocerlo, alleato. 

Con la pluma en mano, el Reino de Italia firmó el documento. Ambos se pusieron de pie y estrecharon las manos. Su invitado permaneció haciéndole compañía por un tiempo más para conversar antes de irse hacia su territorio. Ya finalizado este asunto, el Reino de Prusia revisó los documentos que poseía y se retiró de su oficina.

Tocó la puerta de una de las habitaciones y esta fue abierta unos segundos después. El Reino de Prusia lo miró de pies a cabeza; su cabello rubio estaba húmedo, sin zapatos, lo único presentable eran sus pantalones lisos, pues su camisa blanca estaba desabotonada hasta el pecho. Apenas se estaba vistiendo. 

—¿Fue a entrenar?

Preguntó el alado. La Confederación Germánica se terminó de abotonar la camisa y asintió. 

—Desde la madrugada, acabo de terminar de ducharme. 

El Reino de Prusia aclaró su garganta y se dio la vuelta antes de decirle:

—Termine de cambiarse, debo hablar de algo serio. 

La Confederación cerró la puerta de su habitación, rápidamente se colocó las prendas faltantes, y a pesar de que su cabello continúase húmedo, el rubio se lo peinó como de costumbre. Poco después, volvió a abrir la puerta, mostrándose completamente distinto. 

El mayor lo guió a su oficina y se sentaron para charlar.  

—He logrado que el Reino de Italia propusiera una condición para ser nuestro aliado. Esta es si el Imperio Austríaco declara la guerra dentro de los próximos noventa días. He obtenido reportes de que ha comenzado a reprimir protestas y movilizar tropas por el ducado de Holstein, fronterizo con Schleswig, el cual es de mi propiedad. Debe comprender que la guerra contra el Imperio Austríaco es inevitable. 

La Confederación Germánica comenzó a masajearse las sienes, parecía tener un dolor de cabeza. 

—Lo sé. Es por ello que decidí quedarme de su lado. 

Desde aquel día, el Imperio Austríaco dejó de tener contacto alguno con la Confederación Germánica después de que este escapara y descubriera sus planes codiciosos.

—No será sencillo. Tenga en cuenta eso.

Dijo Prusia. El menor se inclinó hacia en frente, acercándose al azabache, pero la madera del escritorio los mantenía separados. El alado arqueó la ceja, y copió la acción que había realizado el menor. Ambos estaban tan cerca de sus rostros. Prusia lo analizó y le comenzó a cuestionar:

—¿Qué le hace pensar que yo no haré algo que me contradiga? ¿Y si le estoy engañando para destruirlo? ¿El Imperio Austríaco realmente es su enemigo?