Lieber Edelweiß | Countryhumans

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El castaño se encontraba sentado en una mesa del jardín. Leía sin interés unas copias de dos obras de teatro distintas, pues el director, Inglaterra, tenía planeado realizar una de aquellas con los estudiantes. La próxima semana se encargaría de la votación para comenzar a ensayar. 

La primera obra contaba la historia de crimen y castigo la cual fue entreverada de brujería y repleta de elementos de fantasía. El personaje principal fue amparado por unas hermanas fatídicas, las cuales revelaban unas engañosas profecías, haciéndose llamar a sí mismas como las diosas del destino. Mientras que el personaje principal, un noble, debía asesinar al rey para así tomar la corona con la ayuda de su esposa. 

La segunda obra era una historia de amor entre dos jóvenes de distintas familias poderosas, las cuales son enemigas desde tiempos antiguos. Ambos se conocen en una fiesta y terminan enamorándose, entablando la relación en secreto hasta que uno de ellos es forzado a contraer el matrimonio, lo cual desencadenaría a una serie de desgracias. 

Ambas obras de teatro eran unas tragedias. Inglaterra era conocido por ser un escritor de novelas fantásticas al igual que de sus  inmortales obras de teatro... Pero a los ojos del Alemán, eran demasiado sentimentales para su gusto. Tantas veces que escribía esos finales, ya sabía cómo terminarían sus escritos. 

El Imperio Alemán soltó un suspiro frustrado y soltó los sobres con las obras hacia la mesa. Los últimos días se había sentido pésimo, un cansancio horrible le invadía, irritabilidad, hambre, y tener que aguantar un peso de más...

—¿Podría dejar de verme? Me comienza a incomodar severamente...

Comentó el alto haciendo el mayor esfuerzo de no sonar grosero ni de verle a los ojos, pues sabía lo que vendría. 

—¡Oh! ¿Otra vez lo hice? Vale, vale, es solo que estoy muy feliz el día de hoy. 

Respondió el pelirrojo con una sonrisa alegre adornando su hermoso rostro. Desde aquel día de la iglesia, por alguna extraña razón, el Imperio Austro-Húngaro no se despegaba de él. Lo seguía a todos lados e intentaba hablar con él en todo momento posible... Estaba comenzando a asustar al Alemán. 

Soltó un suspiro y le dedicó una mirada desanimada al de ojos azulados. Cada que el de procedencia austríaca estaba con él, se dedicaba a observarle detenidamente por largos periodos de tiempo sin emitir ni una sola palabra. 

—¿No debería estar haciendo cosas más importantes?

Le cuestionó el Alemán insinuando que deseaba la retirada del pelirrojo. Pero el Imperio Austro-Húngaro ladeó la cabeza y dudó:

—¿Cómo qué?

El Imperio Alemán se preguntaba si el pelirrojo actuaba así para hacerle enojar o si realmente era un lerdo. No pudo evitar rodar los ojos antes de contestar:

—No lo sé... ¿Estudiar?

Pero él pelirrojo rió y negó con la cabeza. Se acercó con su silla hacia el Alemán, a lo que él castaño en respuesta se alejó hasta la orilla de su propio asiento. Debía admitir que le asustaba en ocasiones el comportamiento del pelirrojo, era... demasiado pegajoso y animado. 

—Ya me dijo eso, y ya cumplí con todos mis deberes. 

Le recordó haciéndole saber que en la mañana le había mencionado exactamente lo mismo. El Imperio Alemán intentó tragarse su desesperación para intentar pensar en cómo quitarse al pelirrojo de encima.