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El año de mil novecientos dieciséis se trató de un año de desgaste, en donde ambos bandos estaban más atentos y desesperados por aplastar a sus enemigos y terminar con sus recursos en vez de concentrarse en una victoria sólida. Eso para el año de mil novecientos diecisiete, estuvo empujando levemente a las potencias europeas al borde del colapso absoluto.

La tregua duró hasta las celebraciones de Año Nuevo, en donde hubo harta diversión y sobre todo paz, pero el Imperio Alemán no esperó mucho a sus próximos movimientos. Esta vez decidió no volver a enviar a sus hijos a luchar, pues ya les tenía nuevos propósitos secretos.

—Todos los U-Boote están preparados. Cuando usted desee, Su Majestad. 

Avisó Heinrich detrás del Kaiser, quien observaba desde el puerto todos los preparativos. El castaño jugaba con sus manos posadas en su espalda baja, ¿por qué dudaba?

—Majestät... Si declara la guerra total submarina a los buques mercantes, sabe a quién le romperá la promesa de no hundir sus barcos. No es que desee influenciar su decisión, pero es algo que debe recordar.

—Sé con lo que estoy lidiando. No te preocupes por ello, Heinrich. 

El Reichstag estaba apostando con un precio muy alto. El Imperio Alemán sabía que perdería contra los Aliados si la guerra se alargaba por tierra, quienes tenían mayores recursos por todos los rincones. ¿Qué manera había de terminar más rápido? Tumbando del tablero a una de las piezas principales, al Reino Unido. 

Si reanudaba la guerra submarina sin restricción alguna para cortar las importaciones de alimentos de la Gran Bretaña y hacer que su gente se muera de hambre en menos de un año, sería muy inteligente la rendición total del conflicto... Pero existía un minúsculo enorme riesgo. 

—Si todos están preparados, tienen mi permiso para proceder. 

Instruyó el Kaiser sin titubear y sus palabras sonaron secas. Heinrich dio una reverencia a pesar de que el Alemán no le viera, retirándose apresurado para pasar la voz. 

No duraron los ataques una semana y ya se había convocado una reunión tal y como lo había previsto. 

—¿Pero qué le sucede? ¿Se le olvida nuestro tratado? Mis barcos de lado neutral quedaron atrapados en el fuego cruzado. 

Estados Unidos estaba muy molesto por el asunto que afectó a su estado de Texas, a quien le pertenecía uno de los barcos hundidos que transportaban gigantescas cantidades de alimento como el trigo. 

—Lo lamento, pero es algo que yo no puedo controlar. Una pérdida lamentable. 

Dijo el Kaiser sin mucha intención, sabía que debía complacer algunos deseos del americano para evitar que este se uniera a los Aliados, pero era imposible, parecía que le querían ver la cara de estúpido, era obvio que ya estaba involucrado secretamente en actividades favorables a los Aliados. 

—Es por esto que debe unirse a nosotros, ¿por qué razón sigue permitiendo que este fou abuse de su neutralidad? Hizo lo mismo con Belgique. 

Protestó Francia. 

—Son casos completamente diferentes. Ella era una espía, jugó con la confianza del Imperio Austro-Húngaro y el resto de su familia cuando estos respetaron su neutralidad. 

Comentó el Reino de Bulgaria. 

—Y tú una traidora lamebotas. Estás del lado de quienes más nos maltrataron, esos austríacos y el Imperio Otomano. 

Lieber Edelweiß | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora