Capítulo 11

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[ Zane ]

Sobre ese día que les conté recuerdo que era un viernes. Ese mismo domingo fuimos con Ryan al burdel. Fue bastante complicado ya que debemos ser cuidadosos siempre que nos manejamos en lugares así, para evitar sospechas y toda esa porquería relacionada. Podría decir que hago un muy buen trabajo pasando desapercibido, porque seamos sinceros... No parezco un agente. En cambio, Ryan, creo que a él se le nota un poco.

No pasó nada interesante en cuanto a la investigación, vimos ciertas cosas raras que tendremos en cuenta y buscaremos más a fondo, pero nada digno de contar.

Lo que sí recuerdo de ese día, totalmente fuera de tema, fue cuando estábamos a punto de entrar al bar. Una mujer, rubia despampanante se encontraba en la puerta del lugar. Ella venía de salida, yo iba de entrada. De piernas largas y finos ademanes, cintura perfecta y una sonrisa que deslumbraba a su alrededor desde la distancia. Era cautivadora, imposible no mirarla. Observé a mi alrededor en menos en un segundo y confirmé que así era, los ojos de los hombres a mis costados estaban pegados en su mirada y poco a poco bajaban para admirarla a cuerpo completo. Era imposible ignorarla.

Cuando me acerqué un poco más, ya estando a unos metros de distancia, ella miró hacia mi dirección. El celeste fuerte y penetrante no podían pasar desapercibidos. Pensé que no iba a reconocerme, pero, así como ella se había quedado guardada en mis pensamientos más recientes, supongo que pudo diferenciar de quién se trataba por la misma razón. No es fácil olvidar a la persona que derrama agua hirviendo en tu cuerpo ¿verdad?

La miré y ella me miró. Dos tontos intentando caer en la coincidencia de volver a encontrarnos. Sostuvimos la mirada por unos segundos, y de verdad rogaba por seguirla observando por un gran tiempo más, pero las razones de mi trabajo siempre están entrometiéndose en el medio. Pase a su lado, bajando la vista al suelo y entrando al lugar como si nada pasara. Moría de ganas por detenerme y decirle algo, pero no pude.

Al menos note que, gracias a dios, el colorado del quemado en sus pechos ya no estaba.

No pude sacarla más de mi cabeza, y con ella la misma pregunta que rondaba insistentemente sin marcharse: ¿Por qué Red estaba allí?

Me quedé con tantas ganas y curiosidad de volver a verla, de tener una pequeña conversación con ella, que decidí arriesgarme y hacer una locura para nada característico de mí. Hoy por la mañana, antes de ir al trabajo, pasé por la cafetería y le dejé un café de mi parte. Nunca iba a saber si lo recibiría, porque no sabía si ella iba seguido ahí o fue coincidencia de ese día, pero la mesera Peige prometió avisarme si lo recogía.

Sentado, esperando mi té, se acerca Peige. Su sonrisa esta mañana era muy graciosa, cómo si disfrutara ver a un idiota intentando ligar a una desconocida. Y es que yo también me reiría de mí, soy pésimo en esto.

–Buenas tardes –sonríe emocionada– Aquí le dejo su pedido.

–Muchas gracias –respondo clavando mis ojos en su mirada con tanta intensidad que descifra lo que estoy esperando.

–Hace unos minutos se fue –confiesa Peige.

Sin poder evitarlo, la decepción se adueña de mi rostro.

–Pero lo recibió –agrega rápidamente con una sonrisa más grande que el mismísimo cielo.

–¡Sí! – se escapa de mi boca y ella ríe de mi expresión– Gracias de verdad.

Una tranquilidad inexplicable inunda mi cuerpo. No sé de qué sirve todo esto, no es como si fuera a tener su número o volvería a verla por un simple café. Sólo espero que mueva algo en ella.

–Fue un placer –asiente con su cabeza y voltea para marcharse, pero intrigado tomo su brazo manteniéndola en mi mesa.

–Sé que la viste –suplico– Dime por favor como fue.

Mardi Grass || TERMINADA || +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora