Capítulo 32

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[ Red ]

Efectivamente él ya está esperándome en la esquina.

Efectivamente él ya está esperándome en la esquina

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–Vaya, vaya... Qué hermosura –sonrío, al verlo preciosamente montado en una motocicleta.

–Estoy seguro que no te refieres a mí.

–Nunca lo sabrás –levanto mi ceja juguetonamente y ambos reímos–. Pensé que sólo tenías el bebe mimado.

–Te presento a mi otro tesoro –se levanta de la moto y se acerca a mí, estirándome sus brazos. Sorpresivamente, lo abrazo tiernamente.

Después de varios días sin verlo, sentir su aroma, su calidez, su cuerpo, es lo que más deseaba.

–Me dejarás manejarla ¿verdad?

–¿Porque tendría?

–Me prestaste tu auto –intento convencerlo.

–¿Acaso me diste opciones?

–Está bien. ¿Por favor? –hago pucheritos tristes.

–Eso no funcionará conmigo –me entrega el casco–. Sube.

–No olvidaré que no me confiaste tu moto–. Ofendida, subo a su espalda.

Cuando llegamos, entramos a la sala por la parte trasera. Esta parte conecta el estacionamiento con el resto de la casa.

–Me imagino que recuerdas lo que me debes -agrego, rememorando aquella noche en la playa.

–¿Yo? ¿Deberte algo? –cuelga las llaves y se despoja de sus pertenencias, como teléfono y cartera.

–Sí, tú me debes algo–. Me acerco a él más de la cuenta.

–No, la verdad que no recuerdo.

–Tranquilo –empujo suavemente su cuerpo, pegándolo a la puerta de entrada–. Yo te haré recordar.

De puntitas, rodeo su cuello con mis manos, y acerco mis labios a los suyos. De un beso desesperado, nuestras lenguas se entrelazan.

Con él todo es intenso, y la necesidad que despierta en mí me fascina.

Siguiéndome la corriente, me acerca a él de la cintura, pero sus manos no duran mucho tiempo ahí y bajan a buscar más de mi trasero. Pego mis pechos a su cuerpo, y desesperada masajeo su cabello con mis manos. De un movimiento rápido me levanta, abraza su cintura con mis piernas y voltea nuestras posiciones, dejándome esta vez en el aire contra la madera.

Es inevitable sentir su enorme bulto en mi pelvis de la fuerza con la que me aprieta.

Rodeo su cuerpo con mis pies, mientras siento cómo sus labios bajan por mi cuello hasta mi clavícula, plantando besos ardientes e intensos.

–Espera –jadea al recordar. Detiene sus labios cuando mis gemidos empiezan a sonar más fuertes.

–¿No crees que me dejaste esperando demasiado?–. Clavo mi mirada en esos bellos ojos grises.

Mardi Grass || TERMINADA || +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora