Capítulo 40

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[ Red ]

La puerta de la pequeña y fría sala se abre, y otra vez veo entrar a mi ángel guardián. En realidad, así lo llamé por lo que hizo allá en el callejón oscuro; no sólo me salvó de ese repugnante oficial, sino que también se encargó de abrigarme con su chaqueta y tapar mi trasero al aire libre para que los demás babosos dejaran de aprovecharse de la situación. Luego también se preocupó por mi brazo, al parecer la herida nunca dejó de sangrar. La curó y cubrió.

Pero, en realidad, no terminó siendo ningún ángel guardián, sino más bien otro agente interesado, convenido y claramente que corrupto. Me trajo una sala escondida en medio de una oficina camuflada cómo local de venta. Le pregunté para quién trabajaba, no contestó, no dijo nada de él, y sólo vino a interrogarme por un millón de cosas que no sabría qué tienen que ver con haberme encontrado en unas carreras.

Todo esto es ilegal. Hay ciertos derechos y protocolos para las interrogaciones y arrestos, y estoy segura que se saltaron muchos. Obviamente no abrí la boca y tampoco pretendo hacerlo.

Mis ojos se clavan en él mientras se acerca a mí. Su mirada esta vez es diferente. Antes tenía cierto brillo y suavidad en sus ojos. Me miraba con ternura y admiración, pero ahora parece estar enojado, o mejor dicho decepcionado.

Una vez cerca, apoya sus codos en el respaldar de la silla que se encuentra a mi lado, sin romper nuestro contacto visual

–No vas a decir una palabra ¿verdad?

No respondo. Él suspira profundo, como si estuviera cansado de toda esta situación.

–Entiendo–. Endereza su cuerpo nuevamente y camino hasta la salida.

–¿Se dio por vencido? –me pregunto– ¿Acaso pretende dejarme aquí toda la noche?

Pero aclaro mis dudas, cuando en vez de tomar la perilla y marcharse, golpea con su puño la puerta y se apoya en el cristal de al lado; de brazos cruzados espera.

Una ola de pensamientos horribles pasó por mi mente en tan solo microsegundos paralizando mi cuerpo.

Estoy segura que es la señal para que diez matones entren por esa puerta a tomarme y obligarme a hablar, para torturarme o no sé, algo peor tal vez. Mi pecho se inundó de incertidumbre y temor. Un vacío aprieta mi estómago y cierra mi respiración. Tengo miedo, más estando en una sala clandestina prácticamente.

Trago saliva, esperando ver lo que me toca por no colaborar, pero en vez de tortura, su rostro aparece en medio de mi oscuridad.

Trago saliva, esperando ver lo que me toca por no colaborar, pero en vez de tortura, su rostro aparece en medio de mi oscuridad

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No voy a mentir y admitiré que cierta paz y tranquilidad me invadieron cuando lo vi entrar. Se que, por lo menos, nada malo va a sucederme. Aunque estoy enojada, y mi ego no me deja alegrarme por completo.

Tuve tiempo de pensar un poco sobre esta noche. Yo no puedo creerlo aún. Sé que él no tiene la culpa de nada de esto. Nos conocimos en una cafetería, acordamos sólo tener sexo, era sin identidades ni historias, no sé ni su nombre real, pero, aun así, en mi corazón siento cierto dolor. Un tipo de malestar difícil de explicar y no entiendo por qué.

Mardi Grass || TERMINADA || +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora