Sete

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-¿Señora Acosta?

-No es necesario ser tan formal... por favor llámame Andrea.

-Se que me dijeron que somos... - Helene no sabía porque se sentía incomoda, se suponía que eran pareja, pero había algo en su interior que la hacía sentir como si estaba cometiendo una atrocidad - ... quiero decir, yo...

Acosta pensó rápidamente. Corriendo a través de las historias que había inventado en su mente de caminó ahí, desechando más de alguno por carecer de coherencia.

-Supongo que es difícil. En realidad, no espero que seamos como éramos antes... quiero ganarme tu afecto nuevamente – Andrea tenía un propósito era salvaguarda su propia integridad – Te vi allí tirada, en la calle y reaccioné. La única cosa que se me ocurrió fue salvarte. Lo que me venga después de eso, me tiene sin cuidado. Solo deseó tú bienestar. – Era única explicación que podía darle, sino implicaría la verdad y Andrea no podía permitirse eso. – No te preocupes acerca de los demás. Solo déjame cuidarte... ahora... si recuerdas a alguien, sería bueno.

-Um... supongo que ya te has dado cuenta que no se mucho. Solo me acuerdo de mi nombre, se que me llamó Helene, aunque todo mundo me diga Pérez - dijo sonriendo de lado – también tengo un nombre ... Beck, ¿Sabes quién es?

Andrea no tenía la menor idea de quien era Beck. Sabía que existía ya que el anillo llevaba inscrito ese nombre. Le había dicho al doctor que también era su hermana... pero tenía duda. La verdad siempre iba a salir a luz, pero Acosta sabía que podía decir y dar el tipo de verdad que ella quisiera.

Tal vez Beck era alguien cercano a Helene, podía decir que inventó una historia para salvaguardar la siquis de Helene. De todas formas, había sido un buen samaritano al rescatarla e implicar un delito nacional por mentir en la información. Pero había pagado su tratamiento.

-Es una conocida. Tu mejor amiga. Pero ahora no te preocupes por eso – dijo Andrea.

-¿Por qué no está aquí? – preguntó angustiada Helene.

-Porque... - Acosta no sabía que responde, sin poner en alto las expectativas de la joven - ... pues porque está trabajando.

Helene volvió la cabeza, dejando que un largo silencio se formara entre ellas. Una solitaria lágrima bajo de la mejilla al mentón. La desolación que sintió en ese momento la asustó. Por mucho que le doliera el cuerpo, el dolor que sentía en su alma era mucho peor. Len no lo entendía, pero su mundo se cayó a pedazos con la afirmación de Andrea.

«Siempre es igual». Pensó Helene, aunque no sabía por qué. Tampoco comprendía porque lloraba.

-¿Oh, qué pasa? ¿Sientes dolor? ¿Necesitas que llame a la enfermera? - La mano de Andrea se estiró para alcanzar el botón de llamada.

-No – masculló Len, aspirando y limpiándose las errantes lágrimas – Es solo que... - sollozó - ... no sé porque siento que sino estoy con ella... - aspiró - ... todo se acaba. Pero ... - articuló en susurros – también me siento aliviada.

-Oh, bueno – dijo Acosta rascándose el cuello con nerviosismo, sin comprender que estaba sucediendo – Pues es normal sentirse perdida. Quizá te sientes así porque es tú familia más cercana...- Andrea no quería sonar dolida, pero su voz se había pagado en la ultima frase. Como si la desilusión le hubiera afectado realmente. Len notó su comportamiento y se arrepintió de su accionar.

-Lo siento

Acosta la miró con una ceja alzada - ¿por qué te disculpas?

-Porque es de ti por quien debería estar llorando. Lamento no recordar lo nuestro.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora