Trinta e Três

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You are (Not) Alone 1.0

La suave presión de los brazos de Mareth en torno a su cintura atrajo a Andy contra su pecho. Le deslizó las palmas de las manos sobre las caderas, acariciándola con la yema de los dedos. El calor que emanaba de su roce era prácticamente tangible.

Andrea arqueó la espalda cuando Mareth alzó las manos, le cogió los pechos hinchados y el pellizcó los pezones hasta convertirlos en duros puntos de placer.

- Mareth – respingó - ¿Qué haces todavía con ropa?

Mareth levantó la vista del cuello de Andrea, sobre él había dejado un rastro de besos seductores.

- No tengo ni idea.

Y tras una declaración tan poco ceremoniosa como aquella, se sacó la camisa por la cabeza y se lanzó a los brazos de Andrea. Sus firmes pechos eran irresistibles y, al frotarse con los de Mareth de una manera tan sexy, ella...

- ¿Señorita Acosta?

La voz del catedrático Raúl Emerson atravesó el aula en dirección a la joven de cabello castaño sentada en las últimas filas. Perdida en sus pensamientos, tenía la cabeza gacha.

Con un suspiro, Andrea Acosta levantó la vista. Diez pares de ojos se volvieron hacía ella y contemplaron su cara pálida, sus largas pestañas y sus delgados dedos, que sostenían un bolígrafo. Luego, esos mismos diez pares de ojos se volvieron hacía el profesor, que permanecía inmóvil y había empezado a fruncir el cejo.

-Ejem.

Una tos discreta a su derecha llamó la atención de la joven, que levantó la vista hacia el estudiante de anchos hombros sentado a su lado. Sonriendo, éste, señaló con la mirada hacia el profesor.

Ella siguió el recorrido de su mirada y se encontró con unos ojos azules y muy enfadados.

-Estoy esperando una respuesta, señorita Acosta. Si le apetece unirse a la clase – añadió con una voz tan glacial como su mirada.

El resto de alumnos del seminario se revolvieron inquietos en sus asientos y se dirigieron furtivas miradas. La joven abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos imperturbables ojos azules.

- ¿Habla nuestro idioma, señorita Acosta? – Se burló el profesor.

A una chica morena sentada al frente del profesor se el escapó la risa, aunque trató de disimularla con una tos poco convincente. Todos los ojos volvieron a dirigirse hacía ella, que se había ruborizado.

- Dado que la señorita Acosta parece estar asistiendo a un seminario paralelo en un idioma distinto, ¿tal vez alguien sería tan amable de responder a mi pregunta?

La mujer morena sentada al frente estuvo encantada de hacerlo. Se volvió hacia él y le dirigió una sonrisa deslumbrante, mientras respondía a su pregunta con todo detalle, gesticulando mucho con las manos mientras citaba a Thomas Malthus y Gustav von Schmoller. Lo único que le faltó fue rodar un poco por el suelo y frotarse contra su pierna para demostrarle que nada la haría más feliz que ser su mascota.

El profesor frunció el cejo de manera casi imperceptible a nadie en particular y se volvió para escribir en la pizarra. Andrea le pareció absurda la escena, pero se limitó a seguir tomando apuntes.

Más tarde, mientras el profeso Emerson seguía hablando sin para sobre la polarización económica y la formula Keynesiana, un trozo de papel doblado apareció sobre su libro de Ensayo sobre el principio de la población.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora