Sessenta e Nove

526 48 2
                                    

Len fue en los días posteriores una fuente constante de apoyo para Andrea. El informe de la autopsia había revelado un grado elevado de etanol en sangre. Lastimosamente el secreto a voces no podía permanecer en privado y las noticias nacionales terminaron revelando las adiciones que tenía Moisés.

Andrea pudo controlar un poco los acreedores de los préstamos de su hermano. Y el terrible informe que le había entregado días antes Amelia Masín había servido para poder tenerlos al margen. A la hermana mayor Acosta le tocó llamar a sus abogados para que el esquema Ponzi que había construido Moisés no colapsara.

De algo estaba segura Andrea, el terrible accidente de su hermano era un suceso que se lamentaría toda la vida, pero también sabía que en un su mundo empresarial, el fallecimiento de Moisés había traído consigo más beneficios que perdida, por más cruel que eso sonase. Quizás sin su repentino deceso, el esquema hubiera seguido en pie. Gratamente no fue el caso, y Andrea no tuvo que hacerse responsable por aquella bomba. Nadie pareció afectado directamente. Tal vez porque aún era muy prematuro aquel plan de Moisés. Preferible perder unos cuantos de miles que perder todo por lo cual su familia había luchado desde hace cuatro generaciones. Agradeció personalmente a Amelia Masin y a Carolina por ser tan consideras.

Con el tema de las deudas de su hermano resuelto, lo único que faltaba era la demanda del motociclista afectado por el accidente. Dado que las noticias habían publicado el estado de Moisés. El señor pedía una indemnización de por vida, más una pensión mensual. Mariemm declaró que la autopsia era nada menos que una "exagerada fabricación" y el conductor "un codicioso oportunista".

Carolina pudo llegar a un acuerdo fuera de tribunales, dado que el honorable conductor tenía ciertas implicaciones no tan honorables. Andrea sabía que eso estaba mal, sin embargo, la paciencia de la ejecutiva y su propia tolerancia estaban dependiendo de un hilo de cordura. Los últimos días habían amontonado frustración sobre frustración.

Para el día del funeral, a pesar de los mejores esfuerzos de Len, Mariemm todavía conseguía deslizarse más allá e interrogar a su hija sobre cada detalle del día del entierro. Andrea guardó la cólera en su interior, liberando esta únicamente después que todo el mundo se hubiera ido. Solamente cuando estaba físicamente y emocionalmente agotada podía meterse a la cama y buscar los reconfortantes abrazos de Len.

Según lo esperado, la iglesia estaba abarrotada con los amigos, la familia, y los socios de Acosta. Andrea había sido clara con que Len se sentará en las bancas de la iglesia, pero Len estaba contenta de estar parada de espaldas contra la pared, aún así, un señor que estaba sentado en el último banco se levantó y le ofreció su asiento.

Len se sentó y Cecilia tomó posesión de las muletas de que nadie tropezara con ellas. Desde su lugar en la parte de atrás de la gran iglesia era imposible ver a Mariemm y sus hijas en la banca de adelante. Len escuchó las monótonas palabras cuando el sacerdote atravesó las habituales frases de oración de consuelo por un sermón sobre que el final se acercaba y que todos los que no creyeran se irán al infierno.

Len le pidió a Cecilia que le regresara sus muletas, decidió que era mejor estar afuera que ahí, además así tampoco se vería perjudicada cuando el centenar de personas saliera de la parroquia. Justo cuando se subía en el auto, las puertas de la iglesia se abrieron. Desde su ventajosa posición, pudo ver a los seis hombres que llevaban el ataúd. Miró cuando Mariemm salió flanqueada por sus hijas. Len trató de mirarlas mejor, pero estaba demasiado lejos para poder verlas. Quería cerciorarse que Andrea estuviera bien, pero solo notó la cabeza de ésta, Vio que Vanesa estaba también dándole apoyo a la matriarca.

Justo como Andrea había pronosticado, los amigos y los miembros de la familia comenzaron a fluir dentro de la casa menos de media hora después de que el funeral hubiera terminado. Largas mesas cubrieron un lado de la sala de estar, platos apilados con panes, carnes, quesos y café.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora