Sesenta e Sete

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Un claxon se escuchó afuera de su casa, despertando a Andy de su profundo sueño.

-¿Qué rayos...? – Tomó la camisa del suelo y se puso unos shorts. Salió del cuarto y bajó las escaleras hasta el monitor de la entrada. Desde que Len había dejado las muletas, las dos mujeres empezaron a dormir en la habitación principal en el segundo piso.

Miró pantalla... - ¡Miguel! – Abrió la puerta y salió a su encuentro.

-¿Qué paso Andrew? Vámonos, la alta mar nos espera.

-Me olvidé por completo del día. No puedo ir.

-¿Ir adónde? – Preguntó una adormilada Len.

-¿Qué es lo que quieres decir con que no puedes ir? ¿Estás despierta, no es así? Es fin de semana, tenemos que ir. Siempre vamos y quiero probar mi nuevo barco. – Miró su reloj. – Vamos, Andrew. Quiero llegar antes del mediodía.

Miguel y Andrea tenían la tradición de ir a pescar el primer sábado del septiembre. Una tradición que databa desde tiempo atrás cuando eran niños. Miró a la desnuda mujer bajando las gradas, entonces le dijo.

-¿Mike, puede ir Helene venir con nosotros?

-¿Quién? – Miguel meditó un poco, sin saber quien era. – Sí, seguro, solo dense prisa. ¿Sí? – Miró otra vez su reloj.

-Estaré en cinco. – Tomó de la mano a Len y salió corriendo escaleras arriba. – Tenemos que cambiarnos.

-¿Vamos a salir? – preguntó mientras veía como Andrew se quitaba su ropa y buscaba en medio del closet.

-Sip, Miguel nos esta esperando para llevarnos a pescar.

-No recuerdo nada acerca de que nosotras iríamos de pesca hoy... o algo de ese asunto. – Len se estiró perezosamente, atrayendo una apreciativa mirada de Andy. - ¿Y por qué ir tan temprano? ¿Son...? – Miró el reloj de la mesa de noche. – Las tres y cuarto. No creo que esos peces estén haciendo su equipaje y abandonado el agua.

-Claro que sí, entre más tarde, más calor y menos posibilidades de picar algo. Vamos, perezosa. Será divertido.

***

Len se sentó detrás del asiento del pasajero, permitiéndose una buena vista del maníaco conductor en el que su novio confió sus vidas. Conducía peor que un transportista público de la 42 B. Miguel por su lado, creí firmemente que su avanzado detector de radares le advertiría de cualquier trampa de velocidad por algún reten policial. Además, que él confiaba en su GMC Hummer EV.

-Entonces, ¿antes has pescado? – Gritó sobre el sonido de la música, una mezcla de Heavy Metal y Rock alternativo.

-No, nunca, tampoco en un barco.

-Bueno, nunca es tarde para aprender algo nuevo. – dijo sonriendo. – Solo esperemos que no te marees.

-Si, te enseñare lo principal. – Se giró Andrea en su asiento. - ¿Si te mareas me lo dices?

-Claro, pero te diré que ya lo estoy o lo estaré si él se mantiene conduciendo así. – Dijo Len suficientemente bajo para que únicamente Andrew la oyera.

-Solo está intentando recuperar el tiempo perdido.

-Nosotros no recuperaremos el tiempo si todos terminamos en el hospital. Y no es que me plazca regresar.

-Haré que vaya más despacio. – Aseguró Andy, volviéndose sobre su asiento. – Mike, sabes que la policía te jode por todo, es mejor andar despacio en estos días. Serías comidilla para los periódicos, no le des gusto. Otra vez.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora