Trinta e Cinco

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You can (Not) Redo 3.0

Se puso el pijama y se metió a la cama. Mareth no siempre podía pasar con ella en el apartamento. Todavía se veía obligada en habitar en las habitaciones de campus universitario. Para ese momento, tampoco era que la quisiera cerca. En cierto punto era un alivio doloroso, como gratificante. 

 Antes de dormir revisó su celular con esperanza de haber olvidado accidentalmente algún mensaje de ella, pero no había nada. Dejó el aparato sobre la mesa de noche y se dio la vuelta para acomodarse y dormir.

Sonó su alarma y su día empezó como de costumbre. Había sido una noche extraña. Desde el "incidente" su novia se había comportado distante. A había sido duro afrontar la desaprobación de sus padres sola. Dado el hecho que no tenía planado decirles de ese modo. No tan abrupto y desconsiderado. 

Aquel día no había regresado a la casa, después de la conversación, casi pelea con sus progenitores, se encontraba demasiado dolida y ver que Mareth solo lo había hecho para dañarla, le había afectado mucho más de lo que se atrevía a admitir. Había rentado una habitación de hotel y sin ninguna razón aparente comenzó llorar. Se sentía abrumada por todo lo que había pasado, a pesar de que la respuesta de su padre había sido medianamente positiva. Sin embargo, la reacción de su madre, contraría a la de su padre, seguía muy presente y temía que las cosas se complicaran aún más con ella.

No era ningún secreto que la madre de Andrea no sintiera ningún tipo de afecto maternal a su hija mayor. Quizá a orillada a su pensamiento obsoleto y arcaico que el hijo de mayor debe tener un carácter fuerte e impenetrable. O había motivos totalmente diferentes que Andy nunca entendió.

Por otro lado, no tenía con quien hablarlo. Sí Moisés era el reflejo de su padre, Vanesa lo era de su madre, físicamente hablando. Ya que en actitud las cosas diferían. Pero aún así, sabía que su hermana, por muy cercanas que fueran... no podría.

Su llanto cesó y las sensaciones emocionales la abrumaron. Tristeza, decepción y enojo. Pensó en su novia. Mareth, nunca se imaginó que pudiera ser tan desconsiderada con los sentimientos de ella y los de sus padres. Con tal de lograr lo que quería. Pagaría cualquier precio.

«¿A caso esta es la verdadera Mareth?». No podía decirlo con certeza. Llevaban casi un año de estar juntas, y nunca se le cruzó la posibilidad de que era tan frívola. Aquella noche la pasó en el hotel y desde ese día la comunicación con su novia había sido casi inexistente.

Sus padres se habían ido, le prohibieron estar cerca de sus hermanos. Su madre había sido clara. No quería que una desviada estuviera en su familia. Su padre combencido por su mujer, le pidió que reflexionara o se vería en la necesidad de excluirla de las corporaciones Acosta. En realidad, para Andy eso era lo de menos. 

A la mañana siguiente, se preparó para su rutina diaria; universidad, trabajo y gimnasio. Todo el día estuvo distraída y dispersa, afortunadamente su colega Syra no se percató de eso. Salió un poco más tarde y mientras caminada en el estacionamiento, las ideas y emociones comenzaron a regresar a su cabeza después de haberlas logrado ignorar durante el día.

Mareth no había llamado ni escrito, no intentó disculparse por su comportamiento y eso la indignaba, la frustraba, la dañaba. Andrea no era personas que le gustara torturar a otras, se tomaba el tiempo para comprender las situaciones, sus motivos e intenciones. Por eso, era muy reacia a involucrase directamente con alguien. Se enfocaba en sus propios logros personales, dejando de lado, las emociones más primigenias. Su debilidad: haberse enamorado.

-Hola, Andrea Acosta. – respondió una llamada mientras abría la puerta del carro. Su maletín fue arrojado al asiento trasero.

-¡Qué hay Andy!

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