Vinte e sete

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- Bien, como dije, realmente no hay mucho para contar. Lo que recuerdo es que tenía una abuela, tengo a mis padres y creo que tres hermanas mayores. – Se encogió de hombros. – No recuerdo más, y sé que mi pareja es Beck.

Algo en el interior de Andrea se movió inquieta. Cruzó sus brazos sobre su pecho.

- Lamento haberte mentido... no tenía idea... solo lo hice para salvaguarda tu salud - «Y salvar la mía». Escuchó la voz de la razón.

-Sé que no hay nada perverso en ese acto. Yo debería disculparme por causarte tantos problemas... lo lamento. – respondió Len cabizbaja.

-Algún tipo de gusto que hayas recordado – espetó Andy abruptamente para cambiar de tema.

-Me ha gustado la comida china, dudo que te tenga un paladar privilegiado en ese sentido. – rió sutilmente. – pero he adquirido la habilidad de apreciar la buena cocina. Cecilia cocina bien.

-Lo sé, ella cocina como una madre. ¿Algo más?

Len pensó por un momento: - Pues me gustan los perros, Nabu es buen cachorro.

-Sabes que esto parece más como una entrevista que una conversación. – dijo Andrea, sacando una tímida sonrisa de la joven mujer. – Algún tipo de recuerdo de tu niñez.

-Algo agradable que me sucedió... - Len ponderó el pensamiento por un momento. – Bueno... no sé que tan segura estoy si es una memoria real o una vacilación fantasiosa de mi mente. – Helene se acomodó la almohada de la espalda. – Tendría unos seis o siete años. Mi madre junto a mis hermanos, nos levantamos temprano. En ese momento solo me dijo que me prepara. Me dijo que iríamos a un lugar especial. Nos empacó nuestros almuerzos y tomamos el bus. – la mirada de Len se ilumino y se perdió en esa remembranza. Estaba a muchos años de distancia de la oficina en casa de Andy. – Ella me llevó a la vieja estación de tren que funcionaba aún. Pasamos la mañana recorriendo San Salvador en ese tren viejo. Cuando el recorrido terminó, un trayecto corto, nos encontramos con todo un día por delante. Así que mi madre nos llevó a las ruinas del Tazumal, pasamos el resto del día ahí, comimos el almuerzo. Después regresamos a casa.

-Suena como un día realmente agradable. – comentó Andy.

-Lo fue, fue uno de esos perfectos días en que no estaba demasiado caluroso o con demasiado viento. – Len se recostó contra su almohada y sonrió al techo. – Me quedé dormida en el camino de regreso, o al menos hasta ahí recuerdo.

-Parece que tú familia te ama muchísimo.

-Sí, creo que sí. Sabes... también tengo otro recuerdo.

-En serio, ¿bueno o malo?

- Malo, al año siguiente de ese viaje... mi hermano murió. Sí, él está muerto. – Len contestó para sí misma. – Era nuestro hermano, pasamos la tarde con él y siempre teníamos algo que hacer juntos. Se qué después de su muerte...nada volvió a la normalidad. – los ojos de Len se nublaron y parpadeó para dejar atrás el dolor que llegó con el recuerdo.

Andy sin saber que decir, decidió hablar sin escrúpulos: - Mis abuelos siempre estaban peleando la una con la otra. – Dijo, esperando que una historia propia pudiera ayudar a alejar a su amiga de pensamientos triste. – Ambas eras las típicas suegras. La abuela Acosta nunca pensó que mi madre era bastante buena y la abuela Leonor pensaba igual de mi papá. Tendrías que haberlas visto en los días de fiesta.

-¿Has tenido mucha gente alrededor en los días de fiesta?

-Seee, y siempre en la casa principal. Buenos, hasta que la vendí. Ahora las fiestas se llevan a cabo en la casa de mi hermana o en la casa de algún primo. Pero antes, teníamos normalmente treinta o cuarenta personas aquí cuando la familia lograba reunirse.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora