Oitetan

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Por la noche, cuando el grillar de los grillos se escuchaba, y el acogedor silencio se hizo presente. Beck decidió despertar a Len. Había pasado bastante tiempo desde que la inapropiada visita de Andrea había sucedido. Lo suficiente como para tener una conversación normal con su antigua esposa.

Estaba desbastada, Rebecca nunca la había visto así jamás. Era una experiencia nueva y se preguntó si Len alguna vez pudo haber llorado así en la soledad de aquella casa. Había cosas que aún no conocía de la mujer con la cual había compartido casi siete años de su vida.

Subió lentamente las gradas. Tocó la puerta esperando que estuviera despierta, al no escuchar respuesta entró. La miró enrollada en las sábanas, con los rastros de lágrimas aún visibles en su rostro.

-Lenny, es hora de cenar. Levántate. – Beck esperó un momento.

- ¿Qué horas son? – Preguntó perdida.

-Pasada la medianoche, has dormido bastante, se que ahorita lo menos que necesitas es que te diga que hacer, pero no has comido nada desde que llegaste y no es bueno para tu recuperación.

-No deberías tomarte tantas molestias. – Dijo Helene un poco dolida.

-Podres ser muchas cosas Helene, pero sabes que mis intenciones nunca fueron para hacerte daño.

-Ya, por algo olvide las cosas.

-Tienes derecho de recriminármelo, te fallé, fui de lo peor contigo. - Rebecca aguardó su reacción. – Helene baja a comer conmigo y hablemos, lo que necesitas ahora es desahogarte. Cualquier cosa que pase después de ahí ya lo dirá el tiempo.

Len se quedó en la cama unos minutos más, le dolió todo el cuerpo, como si la hubieran arrollado nuevamente. Se sentía peor que el primer día que despertó en el hospital. El recuerdo de Andrea estaba tan presente, y la lastimaba. Deseaba no sentir nada. Deseaba estar muerta.

Bajó las gradas con la ayuda del bastón. Beck le había ayudado subiéndola en brazos. Tal vez era mejor para ella quedarse en el sillón. Sería más sencillo su movilidad. El tobillo, aunque sano, todavía no podía forzarlo a ese tipo de movimientos.

-He preparado algo simple, se que no tienes apetito, pero te caerá bien. Petro te lo va a gradecer.

- ¿Petro? – Preguntó.

- ¡Ah, claro! – Beck se rascó el cuello con nerviosismo. – Así era como le llamábamos al estómago, una broma absurda lo sé. Pero era algo nuestro.

Len se sentó al frente de Rebecca y dejó el bastón apoyado en la pared. Miró el plato, la comida servida y el vaso de agua. Los cubiertos flanqueando el costado. La servilleta, el reloj y su característico tic tac. Cuando veces había repetido esa misma escena antes, cuando se había pasado de bromas casuales a convertirse en bromas intimas que solo ellas pudieran entender.

Aquella casa, era un hogar, se notaba a simple vista. Tenía tanto estilo de Beck como de ella misma. Desde el color de las paredes hasta el juego de sala. Los cuadros, la decoración, el ambiente. Todo era una convivencia notoria. Las coexistiendo ahí, jurándose todos los días amor. Sin embargo, se sentía tan fuera de lugar. Tan incomoda, como si fuera el bicho raro.

-Siempre fui algo torpe cuando se traba de cocinar. He mejorado, es algo bueno. – Dijo Beck dando el primer bocado.

-Puedo preguntarte algo. – Dijo Len.

-Sí, claro, lo que tú quieras.

-¿Tú extrañas lo que éramos? – Beck dejó de comer por momento para contemplarla y le pareció pensar su respuesta.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora