Trinta e Dois

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El martes trajo con este más estrés, los asuntos en Acosta Corporaciones no podían ser ignorados más tiempo. Andrea intentó despedirse de la aún durmiente Len, pero no puedo. Se dirigió hacía su jeep.

Los locutores radiales de la mañana estaban ocupados burlándose de las recientes actividades políticas, el caso del Grupo Raíz les había explotado a todos en la cara. Al menos el reportero Corea había sido redimido por la sociedad, gracias a su colega reportera Amelia Masin.

Andrea no quería saber nada eso, ni de sobornos ni tratos bajo agua. Solo quería paz. Condujo el jeep azul con cuidado por las interminables calles repletas de trafico en San Salvador, hasta que llegó a la avenida Záldivar y después al estacionamiento de ciudad futura. Se impulsó sobra la rampa después al elevador hasta que llegó a la fila de los espacios reservados para los ejecutivos de Acosta.

Andrea se colocó en el sitio reservado para ella y apagó el motor. Tomó algunos minutos para poner su cabeza en modo trabajo. Se le dificultó abandonar su papel de modo guardián.

Sintiéndose lista para hacer frente a lo que le esperaba, Andrea Acosta salió de su vehículo y se dirigió hacía elevador privado que conectaba con su piso.

La peor parte sobre tener las oficinas corporativas en los pisos superiores de un gran edificio en centro de San Salvador era que tenía que compartir el elevador con todo el mundo que trabajaba en los pisos inferiores. Andrea se encontraba siempre aplasta en la esquina cuando más y más gente se amotinaba para subir en el pequeño transporte. Harta de todo eso, decidió construir un edificio nuevo con un elevador privado solo para ella.

Había sido la decisión más sensata que había tomado en toda su vida. Sujeto el maletín contra su cuerpo y esperó una cantidad de tiempo considerable para que las puertas del ascensor finalmente se abrieran. Andrea salió hacerles frente a las puertas dobles de cristal que conducían a las oficinas principales de Acosta corporaciones.

-Buenos días, Elsa. ¿Algo importante de lo que necesito saber? – Preguntó Andrea, tomando la pila de informes preparados de su secretaria.

-Los informes finales están en su escritorio. – La mujer de cabello castaño echó un vistazo a libreta de citas de su jefa. – Usted tiene una reunión a las diez con los inversionistas de Panamá y su hermana la ha dejado a usted dicho que llame tan pronto llegara. Ella asevero que es muy importante.

-Siempre es importante para Vanesa, - Respondió Andy, sin impresionarse. Alcanzando la manija de su oficina. – Necesito que llames a mi casa y que pon en la línea a Cecilia.

Una vez dentro de la intimidad de su oficina, Andrea dejó sus zapatos de tacón alto debajo del escritorio y camino silenciosamente alrededor en sus cansados pies.

Pocos minutos más tarde estaba sentada en su escritorio, la computadora encendida y todos los demás aparatos electrónicos. Una adecuada llamada por el interfono y destello de luz en su teléfono de escritorio le dijeron que la tarea de Elsa fue efectuada.

Tomó el negro auricular y presionó el botón para la linera dos.

- Cecilia.

-¿Pasa algo? – El ama de llaves preguntó intrigada, ya que era raro que Andy llamara a casa.

-Solo quería saber cómo van las cosas con nuestra huésped.

-Helene todavía está durmiendo. ¿Quieres que la despierte?

-No – intentó esconder la decepción de su voz. – No es necesario, cuando ella despierte, le das el número privado de mi oficina, ¿okey? – El sonido de la puerta abriéndose hizo que Andy levantará su cabeza. Vanesa estaba para allí, su lenguaje corporal indicaba que era algo de vida o muerte. – Tengo que irme. Dile que me llamé. – Colgó y reto con la mirada a su hermana. - ¿Qué?

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