Sesenta e Nove

539 46 4
                                    

-Dos por ciento de crecimiento no es lo que esperaba cuando te contraté para este puesto. – Dijo Andrea. Sus ojos se precipitaron del informe delante de su nervioso gerente.

El hombre sudaba frío. Agobiado por la reacción de su jefa. El agudo sonido del teléfono sacó de un buen sermón. El gerente agradeció en silencio la interrupción.

«Esto tiene que ser malditamente importante.» Pensó.

-Disculpa. – Alcanzó el aparato antes de que el molesto timbrazo pudiera ser oído otra vez. – Andrea Acosta... ¿quién?... Bien, pasa la llamada. – Miró al hombre sentado enfrente. – Esto es todo por ahora. Mejor que vea números más altos el próximo cuatrimestre. – El hombre salió de la oficina, dejándola con toda la atención al teléfono. - ¿Cecilia? ¿Si, que sucede?

Vanesa caminaba por el pasillo hacia la oficina de Andrea en busca de los papeles que Carla le había solicitado cuando vio a su hermana ir a toda velocidad por el pasillo y dirigirse hacia a las escaleras.

-Andrea, ¿qué está pasando?

-No puedo hablar. – Se fue a prisa, desapareciendo en los escalones. El sonido de sus pizadas golpeando el suelo se escuchó por todo el pasillo.

La hermana entró en la oficina. – Elsa, ¿qué sucedió?

-No lo sé, Sra. Acosta. La señorita Helene me llamó para recibiera unos documentos y que lo llevará a contabilidad, pero solamente eso. Minutos después ha llamado la ama de llaves de la Señorita. La raro es que sonaba muy alterada.

-¿Quieres decir que Len nunca se presentó por aquí?

-No. Pero la Srta. Acosta llamó para cancelar todas sus citas y sonaba verdaderamente alterada. Después ha salido corriendo con su maletín. No ha dicho ni una palabra. ¿Usted quiere que permanezca aquí?

-No, todo esta bien. Retírate, yo cerraré todo. No creo que mi hermana regresé por aquí hoy.

Una vez que la secretaria salió, Vanesa miró a través de los papeles en el escritorio. Vio una carpeta donde se leía el nombre de Mercedez. La abrió y el recibo estaba en la parte superior. Todavía se podía observar las marcas donde por lo visto habían caído las lágrimas.

Vanesa sabía que la devaluaciones de equipo de transporte, maquinaria y inmuebles debía hacerse anualmente, pero no sabía que Andrea hubiera vendido su carro. Leyó el informe y se dio cuenta de la nota escrita al final.

-Oh... Andrea, - susurró. – No.

Se sentó al frente de la computadora y entró registrándose bajo sus credenciales. Abrió el archivo del personal y comparó las fechas del recibo.

-Andy. – Las piezas se colocaron en el lugar y estaba segura que Len lo había comprendido fácilmente también. Pensó en llamar a la casa de Andrea, pero decidió en lugar de eso conducir para allá. Si lo que pensaba que había sucedido, su hermana podría necesitarla.

***

-¿Qué estás haciendo aquí? – Levantó la mirada para ver a su hermana para allí.

-Pensé que podría necesitar ayuda. – Sacó la silla adyacente y cabeceó un movimiento de saludo hacía Cecilia. – Vi la factura del mercedez en tu escritorio, sé que es obvio, pero me veo en la obligación de preguntar... El accidente.

-Fui yo. – Contestó tristemente Andrea.

-Nunca le dijiste, ¿por qué?

-Simplemente no me atreví. Tenía miedo que me dejara si le decía la verdad, pero el resultado fue el mismo.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora