Vinte e três

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«El amor se adueñó de mí durante tanto tiempo, que su señorío acabó por resultarme familiar».

-No pasa nada, solo le he hecho una pregunta. – respondió Rebecca.

-No, eso no has hecho. ¡Vete! – exclamó Andrea, con los dientes apretados.

Len alzó la cabeza. Rebecca al mirarla a los ojos, comprobó que no recordaba nada en absoluto. Más le habría valido a Helene atravesarle el corazón con una espada, pues se lo estaba destrozando y por primera vez había empezado a sangrar. En ese instante tuvo lugar un hecho remarcable. Después de seis años, algo - ¡por fin! – se rompió en el interior de Len.

Andrea estaba tan enfadad, que sentía frustración enorme.

-¡No! No puedo ir sin ella. – dijo Beck apretando los dientes.

- Al parecer si lo harás.

El desgarro del corazón de Helene seguía expandiéndose dolorosamente. No del todo satisfecha con lo que había ocurrido en los últimos años, tenía que volver a sentir la misma pena. Su mente le había dado un escape y ella retornaba como una masoquista a que le mataran su amor.

-¡No te atrevas a volverle hablar en ese tono! ¿Quién demonios crees que eres? Después de todo lo que he hecho para protegerla. Debería darte vergüenza. Así te haces llamar su esposa.

-Tú no sabes de lo qué estás hablando.

Andrea se acercó a Beck con los ojos brillantes. Se estremecía de rabia mientas la adrenalina le fluía por las venas. Tenía ganas de golpearla, de borrarle a bofetadas aquella expresión de la cara. Quería arrancarle la cabeza y dejarla muerta en su sala, para siempre.

- Pues me importa un bledo.

- Bueno, pues esta conversación no te incumbe a ti. Es entre mi mujer y yo. – contestó.

Andy dio un profundo suspiro, consciente de que nunca iba a ganar aquella batalla. «ESPOSA» la palabra estaba implícitamente tatuada en su mente. Tenía que hacerla marchar de allí. Se acercó a ella lo más que pudo. Moviendo del camino la silla de Len.

Rebecca aspiró su aroma, erótico y excitante, y se pasó la lengua por los labios. Pero hacer eso ante una mujer tan enfadada como Andrea Acosta fue un error.

- Se perder! foda-se! – exclamó.

Rebecca se frotó los ojos lentamente. A pesar de tener uno de los peores días de su vida, estaba empezando a disfrutar del espectáculo de ella vestida de manera provocativa. Era el segundo espectáculo más erótico que había visto nunca. Totalmente fuera de lugar.

- ¿Palabrotas en portugués? – le preguntó.

- ¡Qué te largues, Rebecca!

La aludida se había distraído momentáneamente con la visión del valle de sus senos. Al mirarla con más atención, se dio cuenta lo buen proporcionada que estaba. Se obligó a apartar la vista de su torso y levantar hacía los ojos de Andrea, en los que vio chispas color miel entre el verde esmeralda oscuro, como si fueran un tempano de hielo.

- Oblígame.

- Llamaré a la policía.

- Si llamas a la policía, les diré que me has retenido contra mi voluntad y que le has hecho daño a Helene. – Otra vez Rebecca estaba hablando sin pensar lo que decía y eso no era muy inteligente. Además, acababa de amenazarla con una mentira.

- Les diré que has entrado sin mi permiso.

Helene destrozada, sin ánimos de seguir en medio discusión alzó la voz en medio del barbullo.

- ¡Basta las dos...!

Durante un instante, Len se planteó la posibilidad de preferible estar en el hospital convaleciente e inconsciente, pero fue más que un instante. Cerró los ojos. Ella inspiró hondo y una expresión de pesar le cruzó el rostro.

- Supongo Beck que empezando una pelea delante de mi, hará que mi memoria regresé, ¿no?

- Lo siento – se disculpó. – Siento mucho haberte gritado. No pensaba lo que decía, no pienso en absoluto. Me he sorprendido, encontrarte aquí sin que me recuerdes, verte así nuevamente. He creído que nosotras...

Dejó la frase en el aire.

- Idiota – masculló Andrea. Len le dirigió una mirada de advertencia.

- A pesar de que no recuerdo nada, Beck para mi significas mucho. Pero no puedo irme contigo.

- Yo...

La expresión de Beck se ensombreció aún más.

- Pero... eres mi esposa, la mujer con la cual prometí compartir mi vida.

Len levantó las manos, frustrada. Era imposible tratar con ella.

- No sé... no sé porque siento que no debo estar contigo. – Sus ojos se cerraron con una mueca de dolor. – Es una sensación contradictoria. Mientras siento una enorme felicidad, hay algo, que no sé explicar, que me causa tristeza y me hace daños. ¿Dime cómo explicas eso? ¿Me hiciste daño?

- Físicamente no, al menos.

Andrea negó con la cabeza y suspiró.

Beck le miró el pecho y vio que los pezones se le marcaban de un modo muy atractiva debajo de la camisa. Trató de apartar la vista, pero fracasó. Rebecca no tenía la cabeza para concentrarse en su problema con Len.

- Lo siento. – se disculpó – Y siento mucho haberte gritado. No pensaba lo que decía, no pienso cuando me altero.

- Ya me di cuenta... yo no estoy preparada para conocerte. – Beck frunció el ceño.

- Pero yo estoy dispuesta a darte todo el tiempo que sea necesario.

- Gracias, déjame estar con Andrea, por favor.

Ella le sujetó la barbilla.

- Te daré todo el tiempo que quiera, todo el tiempo que yo te pueda dar.

Andrea se quedó petrificada por la sorpresa, pero solo durante un instante.

- Tengo miedo de perderte. Eres hermosa y dulce. Ten piedad de mí

¿Cómo iba tenerla?

- No recuerdo lo que pasó entre nosotras – lo recalcó – Pero si nuestro matrimonio fue tan bello, entonces las cosas se darán a su tiempo. Mis sentimientos por ti no cambiaran.

Andrea contuvo el aliento. Para ser una disculpa, sus palabras habían sido muy hirientes. Al parecer, Len no tenía idea de como sobrellevar su amor como Beck. Eso la intrigó mucho.

- Te amo Helene.

- Lamento que sea una experiencia traumática. – respondió cortante.

- Ah, si – replicó con fingida indiferencia.

Andrea se les quedó mirando, preguntándose se debería hablar o solo irse sin más.

- ¿estas disgutadas?

-No, lo estoy. – concluyó con repentina frialdad – Adiós, Len. Con su permiso.

Beck caminó a la salida, abrió la puerta y se permitió salir.

- Len... - se volvió hacía ella conteniendo el aliento.

- ¿si?

- Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el infierno. Y ahí te encontré. – Sonó resignada.

Confusa, Helene la vio alejarse.

Andrea enderezó los hombros, y por primera vez en su vida, estaba dispuesta a traccionar su palabra.

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Porque disque es leñador.  

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora