Trinta e Nove

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Los ojos verdes se agitaron abriéndose poco después de las seis y miró alrededor sin poder ubicarse. Intentó acomodar las almohadas debajo de su cabeza, pero no encontraba ninguna.

-¿Qué rayos... oh? – Masculló, dándose cuenta que se había quedado dormida en la cama de Len. Tomándose un momento para borrar cualquier rastro de sueño o somnolencia. Andy se apoyó sobre un codo y bajó la mirada a su dormida compañera.

Los rayos de la mañana resaltaron la respingada nariz, las cejas oscuras, y los llenos labios separados un poco por el sueño profundo. Los segundos hicieron tictac mientras observaba a la dormida mujer. Esto la asombró como fácilmente se había quedado dormida al lado de Helene. Con excepción de Mareth, Andrea nunca había dormido con alguien. Eso lo había hecho entonces únicamente porque estaba esperando por su novia. Sinceramente, nunca se sintió cómoda compartiendo una cama y podía frecuentemente esfumarse y dormir en la cama acostumbrada en su apartamento. Sin embargo, obviamente no tuvo problema en enroscarse y dormir al lado de Len.

Era un curioso misterio y Andy sabía que no fue algo premeditado, sino más bien deliberado. Sintió el ligero zumbido del masaje de la cama.

-Eso fue, tuvo que haber sido el masaje.

Andrea pensó que el relajante masaje sumado al confort de la temperatura exacta de la cama, la había relajado lo bastante para ponerla a dormir sin tener en cuenta la presencia de alguien más en la cama.

La ejecutiva sonrió para sí, con su lógica tan rebuscada para darle una explicación a una situación que era fácil de explicar, incluso cuando eligió ignorar el hecho de que todavía estaba allí al lado de Len. Su subconsciente contempló seguir allí, consentir ese deseo de poder volver amar, pero la voz de la responsabilidad triunfó. Y tan rápido como llego, así se esfumo. Andrea no estaba lista para entregarse, ni para luchar un amor.

Con una decepción de abandonar el reconfortante lugar, suspiró lentamente. Salió de la cama sigilosamente, cuidadosa de no molestar a su inquilina, y caminó silenciosamente al baño.

Una vigorosa sesión de ejercicios y una ducha después prepararon a Andy para el día. Inhaló el café que Cecilia hizo para ella mientras se ponía su chaqueta. La temperatura por la noche había sido fría, pero parecía que el día sería cálido. Se dirigió hacía la puerta cuando el teléfono sonó.

-Residencia Acosta, - contestó Cecilia. – Ahora mismo. Andy, es Vanessa. Ella parece angustiada. – Ella tomó el aparato clásico Ericsson y asintió.

-¿Vanessa?

-Andy, tenemos un problema.

-Estoy segura que tenemos más de uno. ¿Qué te tiene tan angustiada para que no puedas esperar hasta que llegara a la oficina?

-Daniel y Oscar, ambos cayeron con varicela.

-¿Y? Vanessa, tus hijos tiene varicela no es el fin del mundo. Con algo de descanso se pondrán bien.

-Andrea, la fiesta de Navidad de la familia es esta noche.

-¿Y? – Se quitó la chaqueta, dándose cuenta que no sería una rápida y fácil llamada telefónica después de todo. – Estoy demasiado ocupada para ir. ¿Por qué debería planear la fiesta para el miércoles en la noche de todos modos?

-Era el día que nosotros pudimos asegurara. Las personas siempre tienen fiestas para ir en los fines de semana. Ponerla un miércoles garantizaba que todo el mundo se presentará, pero ese no es le punto. El punto es que nosotros no podemos tener la fiesta aquí.

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