Setenta e Um

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Somnolientos ojos se abrieron y se enfocaron sobre la mujer durmiendo a un lado de ella. El reloj marcaba justo pasadas las seis de la mañana. Le llevó algunos minutos liberarse del rompecabezas humano que ellas habían formado durante la noche.

Len se colocó la prótesis y se quedó un instante sentada al borde la cama. Tomó las muletas y después de un rápido viaje al baño, fue a la cocina a preparar una jarra de café. Sirvió dos tazas y a una le agregó leche condensada. Para el momento que entró Andy, Len ya estaba cocinado el desayuno.

-Buenos días amor, ¿Qué tal dormiste? - dijo Andrea en un bostezo. La ejecutiva se acercó y envolvió sus brazos por detrás alrededor de Len.

-Bien, dormí fenomenal. - Andrea presiono sus labios en la cabeza de la mujer joven.

- Tengo que recoger a mi madre en un par de horas.

-Entonces definitivamente necesitas un desayuno, te he preparado el café. - dijo Len, entregándole una de las tazas. - Y si vas darme un beso de buenos días, sería lo más apropiado.

-¿Sería lo indicado? - Pero Andy negó con la cabeza. - Aliento por la mañana. Nada de besos hasta después de cepillarme la mentirosa.

-Correré el riesgo, un beso es un beso.

-¿Uno de piquito no te basta?

-Nop, necesito uno apropiado.

-¿De verdad? - Una ceja se levantó. - Espero que no te arrepientas después. - Dejó la taza a un lado, dando la vuelta, tomó la primera muleta, luego la otra. Sujetó con fuerza a Len en sus brazos. - Así que quieres un beso de buenos días, ¿eh? - Bajó la cabeza y volcó todo su amor en una serie de suaves besos. Mordió y persuadió con sus labios hasta que sintió la boca de Len abrirse para ella. Andrea silenció un suave gemido cuando su lengua exploró el interior de la boca de la joven mujer. Para su completa sorpresa sintió una muy insistente legua empujando dentro de su boca. Ahora fue el turno de la ejecutiva, gemir.

Cuando se separaron, fueron varios segundos antes de que sus respiraciones volviesen a un manejable nivel. Estaban ruborizadas por el calor que las envolvió.

-¿Así? - Preguntó con la voz ronca y las mejillas enrojecidas. - Ese beso tiene su aprobación, ¿señorita Cabrera? ¿Pasó los estándares de calidad?

-Sip, definitivamente. - Len se alzó para rozarle los labios antes de alcanzar sus muletas. - Bésame así cada mañana y seré feliz por siempre. - Con renuncia retrocedió, su cuerpo enteró gritaba por más contacto. - Mejor come.

Andrea miró el reloj. - Preferiría pasar el día contigo, tú sabes. - Le tomó la mano. - Ojalá Vanesa pueda hacerse carga de mamá.

El teléfono principal sonó, sacando a Andy de su monologo habitual.

-Buenos días Andrea Acosta al habla... ¿eh? Si, si, bueno hermana, ¿qué sucede? - Len miró como las oscuras cejas se fruncían en desconcierto. - Eh... No lo sé, ella está despierta... no le he preguntado. ¡VANESA! - El rostro enrojecido de vergüenza de Andy denotaba una pregunta indiscreta de parte de su hermana. - No, Vanesa Susana no es eso. Si, nosotras acabamos de levantarnos... estamos tomando el desayuno. - Ella se movió el cabello en frustración. - No, no hacemos eso... Bien, espera, por mi suena fantástico, pero debo de preguntarle, pérame, pérame, pérame, le voy a preguntar. - Andy sostuvo el teléfono sobre su hombro. - Vanesa desea saber si te gustaría salir a desayunar.

-¿Eh? Ah, sí claro, me suena bien. - Observó como una sonrisa se cruzaba en el rostro de Andrea.

-Seguro, suena bien, Vanesa. - Ellas ultimaron detalles mientras Len bebía su café. Para el momento en Andrea colgó, su café se había enfriado bastante para bebérselo en un largo trago. - Debemos irnos ahora. Se supone que nos encontramos allí en cuarenta y cinco minutos.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora