Trinta e Seis

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You can (Not) Rebuild 3.0 + 1.0

Andrea se quedó pensando, en la tranquilidad de su oficina. Era el primer contacto que tenía con ella desde la pelea con sus padres. Es decir, una semana de silencio... además, Andrea intuía que ese presente, o era una ofrenda de paz o un tipo de soborno. No sabía con exactitud como catalogarlo.

El resto del día en la oficina pasó con la tranquilidad poco inusual. Mientras conducía a casa, reflexionó en el trayecto sobre la cena que le esperaba. Estaba decidida en asistir, pues, al fin y al cabo, Mareth merecía la oportunidad de explicarse por qué había actuado como lo había hecho.

Llegó a su departamento y preparó para su cena. Aún no muy convencida de querer hacerlo. Temía a la incertidumbre si de verdad quería escuchar lo que ella tenía que decir. Se arregló para la ocasión, nada formal ni ostentoso. Sabía que fuera cual fuese la explicación... «¿la perdonaría?».

Andrea se presentó puntual al restaurante. Un joven, que trabajaba como Valet Parking se ofreció a llevarse el auto, pero Andy decidió que ella misma lo haría. Se quedó unos minutos en el asiento, sujetando el volante excesivamente. Recostó su cabeza en él, se sentía tan nerviosa. Era cierto que la amaba, pero estaba herida... pero quizá, sólo quizá sus intenciones habían sido buenas. Merecía el beneficio de la duda.

Salió del automóvil y caminó tranquilamente hasta el establecimiento, el aire fresco la relajó. Entró como si fuera a la cena más casual de su vida, su vestimenta desentonaba con la elegancia de lugar, la recepcionista la miró de pies a cabeza, dudan si dejarla pasar o pedirle gentilmente que se retirase.

-Buenas noches señorita, ¿cuenta con una reservación?

-Sí, me están esperando a nombre de Mareth Amez.

-¿Cuál es su nombre?

-Andrea Acosta.

-Por supuesto, ya la están esperando. Si me permite puede acompañarme por favor.

Andrea siguió a la mujer por todo el restaurante, llegaron hasta el jardín y pasaron una pequeña verja. La encaminó hacía un quiosco que Andy no había visto antes, ni si quiera la primera vez que estuvo ahí. Al parecer era un sitio reservado para ocasiones especiales y no estaba normalmente disponible para la mayoría de los comensales.

Mareth estaba sentada en la mesa y cuando observó como Andrea se acercaba, se levantó y la recibió con una gran sonrisa. Acosta agradeció a la recepcionista y se sentó.

-Gracias por haber venido. Veo que no traes el collar ni los aretes que te obsequie, ¿no fueron de tu agrado? – masculló decepcionada. – Viéndote, me doy cuenta que no estabas muy dispuesta a venir, ¿verdad?

-En realidad, son muy hermosos, pero no estoy aquí por los regalos que me diste. Y tienes razón, no quería venir. Pero al final, la ética me ha obligado a verte nuevamente. – su voz sonó fría y autoritaria. La dulzura y el cariño se había perdido. – Quiero escuchar lo que tengas que decir sobre lo que sucedió la última vez que nos vimos. – Sacó de su chaqueta vieja, el estuche aterciopelado sobre la mesa.

- Me siento fatal por la forma en la que actué. Estoy muy arrepentida de haberte lastimado a ti y a tu familia. – dijo cabizbaja.

- Pues tan arrepentida no te veo...

- Claro que lo estoy... no pude dormir sin saber... ¿cómo se lo tomaron?

- Acaso es eso relevante. – articuló con rabia. – En que demonios pensabas cuando me besaste al frente de mis padres... te pide que me dieras tiempo... que me dejaras hablarlo con ellos.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora