Sessenta e Sete

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Helene estaba tarareando suavemente mientras acariciaba la espalda de su amada, cuando oyó como se abría la puerta de la entrada. Cerró sus ojos lentamente con la certeza de que era lunes y sería el peor lunes de su vida. Echó un vistazo en Andy y supo que no podría despertarla para eso. Se deslizó sutilmente de la cama y dejó un tierno beso en el hombro de la su amiga.

Entró a la cocina justo cuando Cecilia estaba cerrando la puerta corrediza.

-Buenos días, Cecilia.

-Oh, buenos días, Helene, - dijo sonriendo la ama de llaves. - ¿Es el auto de Vanesa el que está en el camino de entrada? – En ese mismo momento notó la cafetera medio vacía.

-Si, es el carro de ellos.

-¿Sucede algo? No es común que Vanesa y el señor Leonel se queden a dormir.

-Cecilia, por favor, siéntese un momento conmigo. – Len apoyó las muletas contra la barra y sacó una silla.

-¿Qué pasó? ¿Están bien todos?

-Si, ellos están bien. Por favor siéntese. – Len esperó que la ama de llaves se sentara antes de sentarse ella misma.

-Estás asustándome, ¿qué pasa? – La voz de Cecilia estaba llena de preocupación. Len sentía la garganta apretarse incluso antes de que hablara.

-Desearía que hubiera una manera fácil de decirle esto. – Se dio cuenta que sus palabras y su actuar estaban únicamente inquietando más a la mujer mayor, respiró profundamente y continuó. – Moisés tuvo un accidente a noche, lastimosamente ha abandonado este mundo.

Como un espejo rompiéndose, el rostro siempre apacible de Cecilia perdió toda la compostura y cedió al dolor.

Como hizo con Andy, Len tomó a la afligida mujer en sus brazos y la confortó. El ama de llaves permitió el contacto por algunos minutos antes de levantarse y limpiar sus ojos.

-Bien, entonces, creo que hay cosas que debo hacer. – Se acercó al teléfono y empezó a llamar al resto de empleados.

-Cecilia, usted no tiene que hacer eso.

La mujer volteó y la miró con pena. – Helene, no soy una Acosta. Andrea dice que me aprecia y que me quiere, pero eso no hace familia. Soy la ama de llaves una empleada. – Sonrió de lado. – Recuerdo cuando falleció su padre. Trabajé para ese hombre por diez años – dijo nostálgicamente. -, en el día de su funeral estaba aquí asegurándome de que hubiera bastante comida para la visita.

-Eso es horrendo, - dijo indignada Helene. - ¿Andrea no le dio el día libre?

-Andrea no estaba a cargo entonces, estaba su madre. – Cecilia vacío el café sobrante de la noche en el lavadero. – Dijo que me necesitaba aquí para ocuparme de todo por ella. ¿Qué era lo que suponía que hiciera? – Len se dio cuenta que era una pregunta retórica. – En otras palabras... servir es lo que hago para esta familia, Helene, es mi trabajo nada más.

-Estoy segura que Andrea no esperará que usted trabaje hoy. – Cojeó dando cortos pasos, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para que Cecilia escuchara lo que estaba a punto de susurrar. – Mariemm está aquí también.

-Bien entonces, estará esperando té caliente cuando baje. – Cecilia abrió el armario y sacó la tetera. - ¿A qué hora vas a despertar a Andy?

-Pienso dejarla descansar otra media hora. Estuvo levanta toda la noche.

-Hmm, Mariemm normalmente despierta a las ocho. Probablemente debes despertar a Andrea una vez que el té y el café estén listo.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora