Cinquenta

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-¿Qué te parece una linda blusa?

-Ella odiará eso.

-Uh, mmm... ¿Qué te parece una botella de su perfume preferido?

-Ugh... Nop, huácala, odio su perfume.

-Bien, ¿qué le gusta a ella? – Len pensaba en que otra cosa sugerir. – ¿Qué tal una bonita joyería? – Ellas habían pasado las últimas dos horas repasando los diferentes catálogos y volantes, en vano. Todo sugerido fue descartado tan rápidamente y a Len estaban acabándose las ideas para ayudar a su amiga.

-No. Mamá tiene mucha joyería. Más de la necesita. – Andrea lanzó el catálogo de joyería sobre el escritorio, suspiró. – Odio la navidad.

-Oh, no será una queja ahora, prometo ayudarte a encontrar algo para ella. – Len dio a su amiga una sonrisa. – No puede ser tan difícil encontrar un regalo para tu madre.

-Mariemm Eunice Leonor de Acosta es sin ninguna duda una de las mujeres más difíciles para comprarle un regalo. – Andrea tomó un trago de vino y colocó la copa sobre el escritorio. – Quizá debería solo enviarla a un crucero – los ojos verdes le brillaron con malicia por el pensamiento tan provocativo. – Quizá un agradable largo, crucero.

-¿Le gustaría eso?

-Yo podría. – la ejecutiva contestó con una diabólica sonrisa. – Tal vez uno de esos viajes alrededor del mundo. Tú sabes, de unos seis, ocho... meses, Después por transiberiano en Rusia.

-Oh... eso es mucho tiempo, para... - Len juguetonamente la regaño, extendiendo una mano ligeramente golpear el antebrazo de Andy. – Tú madre no es tan malo, es solo un poco... un poquito... - Puso su dedo en sus labios, intentando encontrar una o dos palabras que pudieran con precisión describir a la madre de su amiga. - ... anticuada.

-Mi madre es una pesada, una snob, Len – dijo Andy tomando otro trago de su vino rosado. – Ella no toma un no por una respuesta, espera perfección todo el tiempo, y se preocupa más sobre la imagen de la familia que lo que nosotros sentimos. – Otro trago. – Quizá debería solo darle un vale de regalo y dejarla seleccionar lo que ella quiera.

-¿Estas segura? – Len pensó que tal vez su amiga no estaba muy convencida de su macabra idea. -Según aquí – dijo tomando un catálogo de venta. – hay un número gratuito al que puedes llamar para ordenas uno, si eso lo que realmente desear hacer. – Andy encogió los hombros sin darle mucha importancia.

A pesar de solamente conocerla por tres semanas, Len estaba comenzando a entender algunos pequeños, pero sutiles, expresiones faciales, así como su actitud que la traicionaba mostrando sus verdaderos sentimientos.

Lápices roídos significaban frustración, las uñas golpeando ligeramente equiparaba al aburrimiento, y el firme pero tierno abrazo que la sostenía cada noche hablaba de algo que ninguna de ellas se atrevía a ponerle palabras. El temor de Len, radicaba en que no sabía como tenía en enfrentar esa nueva realidad.

Los verdes ojos levantaron la mirada del liquido por un momento, entonces bajaron otra vez. – No, - Andy de mala gana admitió. – Solo odio sentirme presionada. Siento como que tengo que conseguir el regalo perfecto.

Ella abrió su boca para protestar, después la cerró, dándose cuenta que en la familia de su amiga, eso no estaba lejos de ser verdad. La fiesta improvisada mostró eso. No únicamente fue la poca consideración que habían manifestado, ni si quiera por el estrés con lo que había sobre cargado a Andy. No había habido sentimiento de agradecimiento de parte Vanesa y Mariemm por todo el esfuerzo. Len decidió que tal vez una táctica diferente era una perdida de tiempo.

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