Quarenta e Sete

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Andrea comprobó todas las puertas y fijó el sistema de alarma una vez que todo el mundo se fue.

-Me alegra que terminara. – regresó donde estaba Len. – Así que. Ésa es mi familia. ¿Qué opinas?

-Son muchos... - contestó Len. – Elliot es agradable.

-Él es demasiado joven para ser un snob. – Andy sonrió. – Bueno, al final es agradable, pero desgasta. ¿Len? – No esperaba ver la cara triste regresándole la mirada. – Ay, - cruzó rápidamente la estancia. - ¿Qué pasa?

-Nada. Supongo que estoy solo cansada, eso es todo. – Vino la suave respuesta, aunque la joven mujer se negó a mirarla.

-No, hay más que eso. – Andy se sentó en la mesa del café, su rodilla tocaba la rueda derecha de la silla. - ¿Qué pasa, Len? ¿Alguien dijo o hizo algo que te disgustara?

Había silencio por un momento antes de recibir una respuesta. - ¿Soy una carga para ti? Sé que no pertenezco a este mundo...

-¿Por qué dices eso?

Len se encogió. – No lo sé, no importa.

-No. – Estiró su brazo y puso su mano en la más pequeña. – ¿Es porque no le dije la verdad a Vanesa? – La rápida mirada apartada le dio la respuesta. – Len, no estoy avergonzada... solo que es difícil de explicar. - «Como admitir que la atropellaste, casi la matas, le hiciste perder la memoria y la separaste de su familia». No, todo era demasiado complicado.

-Creo que sería mejor que me fuera con Rebecca. ¿Por qué inventar una historia? – los ojos oscuros de Len la miraban, revelando la confusión y el dolor.

Suspiró. – No estoy avergonzada o desconcertada de ti. Si en alguna cosa estoy avergonzada es de mi familia. Son unos clasistas de mierda... disculpa la palabrota. Y no quiero que te vayas con Beck, deja de insistir en eso. No quiero... estás segura conmigo, lo que más me importa ahorita eres tú. – Arrastró su mano atrás y recorrió sus largos dedos a través de su oscuro cabello. – Vanesa no me creyó de todos modos. – Se dio cuenta que aún debía a Len una explicación, continuó: - Supongo que solo pensé que era más fácil. Lo que más deseo es ser sincera.

-¿Qué diciéndoles la verdad? ¿Qué soy sola una aprovechada? ¿Una vagabunda sin lugar donde quedarse? – Len volvió su cabeza, rápidamente parpadeando para mantener las lágrimas a raya.

-No. No es eso en absoluto. – Extendió su mano y tomó la barbilla de la joven mujer con sus dedos. – Estás aquí porque quiero que estés aquí, no porque no hay lugar más para que te quedes. – dijo enfáticamente. – Mi familia no entendería eso. Lamento si mi intención de protegerte te hizo sentir que yo estaba avergonzada de ti. – Soltó la barbilla de Len y bajó la mirada. «La jodí otra vez». Pensó para sí. - ¿Sabes que todo el mundo actuaba hacía ti porque estás en una silla de ruedas?

-¿Aja?

-Si saben que no vienes de dinero, esto habría sido mucho peor. Habrías sido el tema de conversación en vez de los Piccolo o de Miguel.

-Ah...- masculló. – De modo que en vez de ser la lisiada, la maldita lisiada, habría sido la pobre lisiada viviendo de ti. – Aclaró más dolida.

Andrea mordió su labio inferior, intentando pensar en una manera de negar la verdad en las palabras de Len. Finalmente se dio por vencida asistiendo.

-Es como ellos lo habrían visto, si, pero eso no es cómo lo veo y eso es todo lo que importa. – Palmeó la mano de Len y se levantó. – Ahora mismo, pienso que nosotras mejor dejamos salir a Nabu antes de que él decida ya no queremos.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora