Setenta

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Andrea introdujo la llave en la cerradura.

-¿Qué es ese olor? – Preguntó, arrugando su nariz. Vanesa se encogió de hombros en falta de una respuesta, sacó un pañuelo de su bolsillo. La puerta se abrió y la ejecutiva movió el interruptor. – Que hijo de puta, nunca limpio aquí. – Las ropas estaban esparcidas por todas partes, los cojines del sofá estaban en el piso, la mesa del café y cada otra superficie horizontal estaba cubierta con latas de cerveza y basura.

-Ah... Esto es asqueroso. – Dijo Vanesa.

-Decepción es lo queda. Una dualidad tan incoherente que ni me molestare en pensar. – Andrea se adentro y piso algo que no supo ni quiera que era antes. – Nuestra madre hubiera venido para ver esto. Estoy segura que su imagen de buen hijo se borraría de los ojos.

-Y de su memoria. – Concordó Vanesa.

- Este lugar es peor que un chiquero. – Vanesa asintió en acuerdo. – Supongo que mejor buscamos algunas cajas y bolsas de basura para toda esta mierda.

Para la sorpresa de Andrea, su hermanita, que era adversa a cualquier clase de trabajo doméstico, no discutió.

-Pondré algo de música. – Dijo Vanesa, abriéndose paso por el cuarto. – Vamos a ver, dijo un ciego... - Presionó el botón y fue inmediatamente golpeada con unos gemidos incesantemente altos.

-¡Apaga es cosa! – gritó Andrea.

-¿Qué era eso?

-No lo sé, tan trastornado que estaba nuestro hermano que ya no discernía en nada. – Andy tomó la primera caja de pizza. – Bien empecemos a trabajar. Quiero llegar a casa temprano.

Las hermanas se distribuyeron entre la cocina y la sala, que era divida por una media pared. De ese modo, se les permitió a las dos platicar mientras recogían la basura. Andrea levantó la tapadera del bote y se encontró con un enjambre de moscas.

-Que asco. – pudo soportar el vomito y las nauseas antes de correr al baño y no alcanzar el retrete a tiempo. El baño era peor que el resto del apartamento.

Vanesa ajena a lo que había descubierto su hermana, movió un cojín para encontrar una hamburguesa medio comida pegada a la alfombra.

-An, no quiero tocar esto.

Andrea salía del baño con la cara pálida.

-Te diré que vamos hacer. Limpiaremos lo que podemos, lo demás que se le llevé SpeedClean. No quiero estar más aquí.

-Debimos haber traído guantes. – Vanesa recogió una lata de cerveza y comenzó a tirar dentro de la bolsa. – Nunca creí que fuera tan sucio.

- Espero no terminar de la misma forma, y si fuese el caso, no guardes nada y tira todo.

-¿Me haría cargo yo de todo?

-¿Por qué suena como una pregunta retórica? – dijo Andrea metiendo el resto de la cena de más de quince días a la bolsa.

-No es ninguna retórica, es una afirmación implícita.

-Pues que extraña forma de decirlo, además quién más se haría cargo de mí.

-¿Así qué las cosas están bien entre tú y Len? Digo, ella también daría el mundo por ti.

Andrea sonrió con suspicacia de su hermana. – Nos llevamos bien, - se quedó un momento mirándola antes de continuar. – pero Vanesa, te dije...

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora