Quarenta e Quatro

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Según lo esperado, Rebecca tenía que llegar a las seis de la tarde. Pero ese día no llegó ni si quiera respondió el celular. Parcialmente decepcionada, Andrea no dijo nada.

De alguna forma, se sentía agradecida. Pudo quedarse con Len esa noche, no tuvo que asistir a la fiesta ridicual de su familia. No había manera de pedirle más al universo.

«La vida en sí no es más que movimientos y no puede existir sin deseo». Remembró Andrea, en la frase que repetía su padre siempre. Le costó mucho concentrarse durante esas horas.

Al final terminó en casa con Len, mirando una película en la televisión. Estaba cómoda, aunque un tanto inquieta esperando que su hermana o su madre no se aparecieran el resto de la noche. Había sido clara con Cecilia al decirle que la excusara esa noche en el hotel Barceló. No estaba para nadie, excepto Helene.

Andy recordó la sensación de antes, bastante sola aún cuando el cuarto estaba lleno, incluso cuando se unió al brindis de navidad. Para ella una sidra de uva, para Len, un vaso de soda de jengibre. Aún con todo eso, se sentía sola y aislada.

-He visto esa mirada antes en ti. ¿Qué está pasándote? – Preguntó Len en voz alta. - ¿Está todo bien?

-Bien, solo tuve que ocuparme de algo. – Se incorporó en el sillón. – Al final nos hemos quedado las dos.

-Estas decepcionada por eso.

-No, estoy completamente agradecida.

-¿Segura? – Len tomó su mano y le dio un leve apretón. Era tan delicada, tan hermosa. Un nudo se formó en su garganta y se encontró parpadeando rápidamente para contener las rebeldes lágrimas.

-Todo esta perfecto... eso es todo.

-Eh, si esto realmente es demasiado para ti, podemos simplemente... -

-No me hagas caso, la verdad, es que estoy emocionada. Lamento no tener la casa adornada para las fiestas, ¿No te gustaría un árbol para navidad? – dijo gentilmente Andy sin soltar su mano se arrodilló al frente de Len.

-Yo, sip... eso sería lindo... Un árbol será muy lindo.

Andrea decidió que la sonrisa que recibió valía todos los árboles en el mundo. – Estupendo. Vamos a comprar el árbol más grande que podamos conseguir, que llegue hasta el techo, con luces, bolas y listones.

El timbre sonó estruendosamente por la sala.

Andrea se ergio como un resorte. Atónita en el silencio, se encaminó hacía la pantalla de su comunicador exterior. Len levantó la mirada y se encontró que no podía apartar sus ojos de Andy. Y no era exactamente que la ejecutiva estuviera con sus mejores ropas. Era que simplemente le parecía la mujer más bella con cual se había topado.

Andrea Harem Acosta estaba, en una palabra... hermosa. Cuando Len vio los ojos verdes mirarla de vuelta fijamente, desvió la mirada, avergonzada de haber sido pillada mirando de más.

«No lo puedes negar, esa mujer es bellísima». Se ruborizó con el pensamiento, Andrea era una mujer bonita, demasiado como para perder el tiempo con una invalida como ella. Así como Beck se había cansado de ella, ¿por qué Andy sería la excepción?

Envuelta en sus propias inesperadas emociones e introspecciones, no se dio cuenta que Andy había estado mirándola fijamente también. El timbre volvió a sonar.

Mariemm Eunice Leonor de Acosta llegó a la casa de su hija. Mariemm tomó seriamente su papel como matriarca, sintiendo ésta como la posición más importante de todas, incluyendo el del presidente de Acosta Corporaciones. En cuanto entró a la puerta estaba escudriñando la casa de su primogénita.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora