Cinquenta e Oito

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Len mantenía el celular contra su pecho, debatiendo por cuarta vez en una hora si debería llamar a Andrea o no. La ejecutiva siempre la llamaba a las dos de la tarde y ya eran pasadas las cinco. Cuando el celular sonó, sobresaltó a Len.

-Len

-Andy ... ¿Sucedió algo? – Una sonrisa inmediatamente cruzó el rostro de la invalida mujer. El sonido del fondo de alguien siendo llamado a radiología fue suficiente para borrar la sonrisa. - ¿Estas bien? ¿Dónde estás?

-Estoy en el Hospital de Diagnóstico. – Dijo Andrea dándose cuenta estaba otra vez en esa misma posición de hace un mes.

-¿Chocaste? ¿Tuviste un accidente? – El terror en el tonó de voz de Len la sacó de sus cavilaciones.

-Oh, lo siento mucho, yo estoy bien. No te preocupes. Es Moisés, él estuvo en un accidente de carro,

-Oh no. – La pierna de Len palpitó por la memoria física. - ¿Es grave?

-No lo sé aún. Los doctores todavía están con él y no nos han dicho mucho. Perdió al parecer el control al llegar a una curva y chocó contra un camión.

-Ya verás que todo estará bien.

-Sip, mira tengo que irme. La policía está hablando con mamá.

-Okey, mantenme al tanto de lo que está pasando, ¿está bien?

-Si, te llamaré más tarde.

Una vez que se despidieron, Andrea colgó y se paró al lado de su madre, impacientemente escuchando las palabras del oficial.

-Exceso de velocidad...

-Todo el mundo sobrepasa el límite de velocidad en esa área, - soltó Mariemm. -Quizá si el gobierno se ocupará en mejora las carreteras, algo así no hubiera sucedido. - dijo indignada.

-Las mejores carreteras en el mundo no van a ayudar cuando el conductor está ebrio, señora. – El policía sacó una libreta de notas de su bolsillo del pecho. -Encontraron una docena de latas vacías de cerveza en el suelo del asiento delantero. Un alcoholímetro tomado en la escena del accidente mostró que el nivel de alcohol en su sangre era dos veces del límite legal. ¿Usted todavía quiere culpar a las carreteras?

Incapaz de protestar y en una pérdida discusión, Mariemm se giró a su hija mayor. La silenciosa petición fue entendida. Era hora para la guardiana de la familia defendiera el honor de su hermano ingrato.

-Oficial Romero, - Andrea dijo, poniéndose entre el oficial y su madre. - ¿Qué pasará con Moisés ahora?

-Después de que le den las puntadas será llevado a la cárcel - Meneó su cabeza. -Le diré esto, Srta. si usted no le consigue a ese hombre alguna ayuda pronto, sería mejor que planeé pasar mucho tiempo allí. - Guardó la libreta y dio un paso atrás. -Él tuvo suerte esta vez. Algo que se puede decir gracias al cinturón en el asiento y el airbag. Podría estar pasando algo aún mucho peor que algunos cortes y contusiones.

Andrea solo recordó el estado casi moribundo en el que dejó a Len.

-Sí, mucha suerte.

Por la esquina de su ojo, Andrea vio a Vanesa envolver un brazo alrededor de su madre, que parecía destrozada entre el regaño del oficial y el romper a llorar. Entendía la lucha de su madre. Esto era un problema para el nombre Acosta y el dinero no podría arreglarlo.

-Oh. - Miró al oficial. - ¿Y qué hay sobre su auto?

-Este fue retenido. Le haremos saber cuándo pueda recogerlo. Está destrozado, sin embargo.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora