Andrea se sorprendió de ver la luz de la cocina encendida cuando volvió a casa, hasta que recordó que le había pedido a Cecilia que se quedara hasta que llegara allí. Ella y Len habían hablado brevemente por la tarde, pero una reunión había interrumpido esa llamada. Ahora, al fin en casa, anhelaba pasar el resto de la tarde con Helene.
Entró a la residencia privada. Condujo su jeep por medio de las casas lujosas hasta llegar a la de ella. Estacionó el carro al frente de su hogar, bajó y caminó lentamente hasta ingresar el código en la puerta. Dejó su maletín aun lado de puerta y se quitó los zapatos altos.
Ingresó a la oficina con una gran sonrisa.
-Hola – Saludó Len entusiasmo, una enorme sonrisa vino a su rostro.
-¡Hola tu misma! – Andrea turnó su atención a Cecilia, que estaba recogiendo las cartas que ella y Len habían estado jugando. – Gracias por quedarte tan tarde.
-No me agradezca, tampoco ha sido para tanto. Es mejor compañera que tu Andy. – El ama de llaves comentó sacando una sonrisa de Len. – Puedo quedarme tarde mañana también si me necesitas.
En primera instancia la respuesta de Andy era decir que no sería necesario, pero en la reflexión de lo acontecido en su oficina y de lo qué iba a suceder una vez que Moisés descubriera sobre la auditoria en curso. Reconsideró su respuesta.
-Realmente, pienso que puedo aceptar eso. Quizá podrías llegar más tarde de modo que no tengas que trabajar tanto. Puedo hacer mi propio desayuno y también el de Len.
-Claro... hacer tu propio desayuno y ensuciar cada pieza de mis utensilios de cocina. – Resopló Cecilia, juntando las cejas en un ceño fruncido lleno de frustración, miedo y escepticismo. – Estaré aquí a las siete como siempre. La única noche que no puedo quedarme tarde es el jueves. Carme y Lili se preocuparán si no ven allí a las seis treinta.
-Noche de chicas, - explicó simplemente Andy. – Bien, ya que estás ahora aquí de todos modos, ¿por qué no te quedas a cenar con nosotras? Estoy segura que alcanza para tres.
La mujer mayor se rió suavemente. – Sabes que tu madre tendría un ataque si lo supiera.
-¿Por qué? ¿Tu madre no quiere a Cecilia? – preguntó Len, su curiosas expresión giró en un tímido ceño cuando Cecilia se rió y meneó su cabeza.
-La señora Acosta tiene algún aprecio hacía mí. Pero se considera de mal aspecto compartir una comida con la empleada doméstica.
-Oh. – masculló Len sorprendida y avergonzada. Se preguntó su la madre de su amiga también la desaprobaría.
-Lo bueno es que mi madre ya no decide con quién ceno. – dijo firmemente Andrea. - ¿Ahora crees que te gustaría comer en el comedor o aquí adentro?
-Ummm... donde quieras estará muy bien para mí.
-Colocaré algunos lugares en la mesa. Llevará solo algunos minutos calentar todo. – dijo Cecilia al salir de la oficina.
-Gracias- dijo Andrea cuando la mujer mayor paso a su lado.
Ahora a solas con Len, sus hombros se hundieron, sus cansados pies protestaron de estar parados, y el dolor de cabeza con el que había estado luchando todo el día había regresado con más fuerza. Cruzó el cuarto y se dejó caer en su sillón.
-Qué bendito día. – Levantó su pierna izquierda, apoyándola sobre su rodilla derecha, y comenzó a frotar su adolorido pie.
-¿Tú... te enfrentaste a Moisés?
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Incertidumbre
RomanceSu matrimonio se desmorona apedazos. Tal vez era necesario dejar el orgullo a un lado. De su amor sólo quedó humo: una nueva existencia para una vida de eterna ceniza.