Cinquenta e Seis

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Demasiada enojada para volver directamente a casa, Andrea condujo por las calles de San Salvador durante una hora. Volvió a casa, a una oscura casa. Intentando ser tan silenciosa como fuese posible, me metió al cuarto y empezó a desvestirse en la oscuridad.

-Estoy despierta.

-Estaba intentando ser silenciosa.

-Te estaba esperando. ¿Cómo te fue?

-Nada bien. – Se volteó de espaldas y se quitó su camisa. – Parece que nuestro ladrón no era más que mi hermano.

-Uh... Lo siento Andy.

-Bonita manera de tratar a la familia, ¿no lo piensas? – Tiró de la camisas sobre su cabeza y se dio vuelta para encontrar que Len había puesto la cama en una posición vertical. Se deslizó bajo las sábanas y ajustó las almohadas. – No me preocupé por los daños. Tengo suficiente con un el dolor de cabeza.

-Bueno...

-No quiero agobiarte con mis problemas Len. – dijo buscando la mano de su amiga en medio de las sábanas. – Qué te parece que nosotras consigamos dormir un poco y dejemos todas las cosas malas para mañana, ¿ok?

-Buenas noches Andrea.

-Buenas noches Len, - Hubo silencio por un momento antes de que Andrea agregara. – gracias. – Rápidamente cayó dentro un pacifico sueño.

***

Un gran montón de regalos derramados debajo del árbol cautivaron la atención de Len, cuando Andrea le ayudó a entrar al desnivel de la sala. Incluso cuando permaneció con una familia de seis, Helene nunca había vista tantos regalos metidos debajo del árbol.

Reconoció el estilo caligráfico, grande y fluido de Andy en todas las etiquetas de los regalos

-¿Tú familia vendrá hoy?

-No. Yo tengo que ir a verlos, pero más tarde. La verdad es que ninguno me vista realmente. Supuestamente porque yo soy la única soltera y porque soy mujer, ¿por qué?

«¿Por qué poner todos sus regalos debajo del árbol si ellos no vendrán?» Pensó con desconcierto.

-Bien, ¿no son esos sus regalos? – Andrea sonrió por la inocencia de Len.

-No, todos son tuyos.

Los ojos de Len se ensancharon como platos y por algunos segundos se olvidó cómo respirar.

-¿Mios? ¿Tú...? – Dándose por vencida en un discurso, simplemente señalo los objetos.

-Sip, cabal, ellos son todos para ti. – La frente de Len se arrugó. - ¿Pasa algo?

-N...no... yo

-Ya, solo quiero que disfrutes. – Andy acarició su cabello. – Lo siento, no quiero asustarte, tampoco quiero que pienses que es un tipo de regalos con fines macabros... solo no estaba pensando. Simplemente estaba viendo cosas que pensé que te gustarían y las compré.

-Pero yo solo... solamente te compré uno.

Andy sonrió con el gesto.

-Aunque solo fuera de pensamiento, cuenta. – Andrea rodeó abrazando a Len. – Un regalo de ti vale por mil. Y si es tuyo, es a un mejor, lo demás me tiene sin cuidado, ¿entiendes?

Len se movió en un débil movimiento. - ¿Puedo darte mi regalo primero?

-Sabes qué... - Andrea se arrodillo cerca de Len. – Preferiría esperar hasta después de que abras tus regalos. ¿Esta bien?

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora