Setenta e Quatro

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Cecilia se apoyó en el mostrado, mirando a Andrea cuidar de su café.

-Buenos días, Andrea. – El ama de llaves dijo cuando vio la mirada perdida de su jefa. – Casi pensé que este día tampoco me iba a presentar. ¿Pasaron un buen día ayer?

-Oh, sí, no creímos que sería conveniente quedarme en casa. – Dijo la ejecutiva, tomando el periódico del día de las manos de Cecilia. En ese momento entró ladrando Nabu buscando su ración del día.

-¿Y adónde piensas que vas? - Preguntó Andrea cuando levantó al cachorro en sus brazos. - ¿Mmm? ¿Qué es eso? Quieres pavo para desayunar. – El perro movió el rabo.

-No, no lo consientas. – dijo Cecilia cuando se dirigió hacía el cuarto de lavado para preparar las cosas. – Sé que ambas deslizan pedazos de carne por debajo de la mesa para él.

- Oh claro, y eso no tiene nada que ver con los trocitos que siempre le guardas, ¿correcto?

-Buenos días, - dijo Len cuando entró al cuarto. – Cecilia, espero que usted esté planeado hacer un enorme desayuno porque estoy muriéndome de hambre esta mañana. – Len se acercó para tocar al perro, pero sus ojos se centraron en el rostro sonriente de Andrea. – Espero que hayas dormido bien, - susurró.

-Mejor que nunca, ¿qué sobre ti? – La voz de la ejecutiva llevaba el mismo tono suave que había calmado a Len después de hacer el amor y la invalida mujer reaccionó a eso sin pensarlo, presionando su cabeza contra el pecho de Andrea.

-Maravilloso. – Se hizo para atrás y acarició al perro. Lo tomó en brazos y dejó que Nabu lamiera su cara. – Pero tengo hambre, mucha hambre. Igual que esté pequeño bebé.

Len dejó al cachorro en el suelo y prestó toda su atención a Andrea. Amaba ver como sus ojos se llenaban de luz.

-Tendré el desayuno listo en más o menos veinte minutos. – Dijo Cecilia sin levantar la mirada de los huevos que estaba batiendo. Cuando se volteó para empezar a hacer más café. Andrea se aprovechó y se agachó para darle a Len un tierno beso.

Cecilia se dio la vuelta para hacer una pregunta, pero se encontró sin habla en la vista ante ella. Las dos mujeres se besaban profundamente, las manos de Andrea estaban metidas en el cabello de Len. Desviando la mirada rápidamente, el ama de llaves se negó a darse la vuelta otra vez hasta que oyó los sonidos de las sillas siendo sacadas y el periódico abierto. Contenta que la cafetera tuviera una opción de pausa, sacó la cafetera y llenó una taza.

-Aquí tienes, Len, - dijo amablemente cuando colocó la humeante taza y agregó un poco de leche con una cucharada de azúcar. – Espero que te guste.

-Gracias Cecilia. Usted sabe que sí.

-Andrea. – Le dejó la cafetera a un lado para que ella sola se sirviera. Una ceja se levantó en el desconocido gesto. Andrea intercambió una mirada de extrañeza con Len antes de encogerse de hombros y volver al informe del mercado. De todas formas, no era tan malo.

Un rato después de Cecilia volvió a la mesa con dos platos.

El plato de Andrea contenía un pequeño omelet con queso y pan tostado mientras que el de Len estaba cargado de un omelet relleno de tripe queso, tocino, frijoles molidos, queso creama, una rebanada de fresco melón, y pan tostado con mermelada de uva. Más un vaso de jugo de naranja recién exprimido.

-Gracias, Cecilia. Usted sabe exactamente como me gusta todo esto. – La joven mujer sonrió de oreja a oreja, ganando una sonrisa del ama de llaves.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora