Sesenta e Seis

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Helene deseó que Andrea pudiera estar en el consultorio con ella cuando el doctor Robbinson le quitara el yeso, pero una importante reunión forzó a la ejecutiva en permanecer en el trabajo mientras que Cecilia tuvo la delicadeza de acompañarla a su cita.

La pequeña sierra alternadamente cortaba el molde, haciéndolo cosquillas en el proceso.

-Solo un poco más. - El doctor, dejó la sierra a un lado y tomó la tijera para cortar a través del algodón que sostenía sujetó el yeso con la pierna de Len.

Al mirar su pierna, puedo notar lo pálida que se encontraba. Más allá de los rebeldes bellos y de la escamosa piel, todo parecía correcto, Movió los dedos del pie, frunciendo el ceño al sentir el leve dolor que atravesó su tobillo. Había estado haciendo por varias semanas y el resultado siempre había sido igual, sin embargo, Len de alguna manera había creído que cuando el yeso fuera quitado, el dolor desaparecería.

-¿Cuándo podré comenzar a caminar con él? - Preguntó flexionando la pierna gritando en agonía.

-Me temo caminar no es algo que vaya a pasar durante un tiempo aún, Helene.

-Pero... - Miró al doctor con los ojos llorosos. - Usted dijo que nada de yeso.

-Lo sé, pero falta la rehabilitación, - dijo Robbinson para tranquilizarla. - Sin embargo, tu tobillo sufrió muchas lesiones y no ha curado tan bien como lo había esperado. No podemos dejarlo sin soporte. Necesitará más descanso y refuerzo. - Cruzó el cuarto y abrió un cajón de la estantería. Una bota azul oscura, cubierta con unas correas, que se sujetaban con velcro a las varillas metálicas.

Len miró el objeto con desdén. Aquello solo representaba el quebranto de sus esperanzas y otro recordatorio tortuoso del accidente. Abrumada por la decepción, escuchó en un susurro cuando el doctor explicó la necesidad de la terapia física e hizo hincapié en que debería utilizar la tobillera como soporte. El tobillo aún no estaba preparado parado para soportar algún peso, así que la máxima precaución. En realidad, Len dejó de prestarle atención cuando empezó hablar sobre las dificultades si el tobillo no sanaba de manera adecuada.

Su consuelo, podía caminar levemente con él, podía tomar baños, y tal vez solo tal vez, podía parecer normal.

***

Cecilia en sus intentos para levantarle los ánimos había tratado de mantener una charla amena de regreso a casa. Pero, las palabras se encontraban con un muro inexpugnable de indiferencia o de respuestas cortantes.

Una vez dentro, Len anunció que estaba cansada y se retiró a su cuarto. Cecilia se sintió mal, entendía perfectamente la decepción de la chica, había esperado por aquella cita tanto que al ver la realidad le había destrozado el corazón. Por su parte, Helene no convencida por lo que había dicho Robbinsom, decidió comprobar por si misma que tanto dolor podía soportar. Puso las muletas contra la pared y dejó su pie derecho apoyarse contra el suelo. Había una punzada de dolor, pero nada con lo que no pudiera vivir. Se inclinó, poniendo más peso en el delicado tobillo. El terrible dolor la travesó y se desplomó sobre el piso. El dolor fue el catalizador cuando los conductos lacrimales se abrieron y su respiración salió en sutiles sollozos. Cecilia entró y la ayudó a meterse a la cama, le quitó la prótesis y la arropó, se quedó con ella hasta calmar su llanto y hasta que se quedó dormida.

Andrea entró un tiempo después, había sido llamada a la oficina por la preocupada ama de llaves. Le tomó una breve explicación de lo sucedido. No había forma de ocultar que Len había estado emocionada en el desayuno sobre la perspectiva de no tener que ocupar el yeso. Atraída dentro del buen humor de la joven mujer, Andrea nunca le dijo que cabía la posibilidad que ellos pudieran remplazar el molde con un apoyo. Ahora mirando los hinchados ojos y la reveladora humedad en la almohada, sintió un pedacito de culpabilidad. Andy se subió a la cama con ella, y la acunó en sus brazos.

Len sintió una sueve caricia en sus hombros cuando la conciencia volvió. Inhaló la fragancia del perfume de Andrea y sonrió para sí. Ahí estaba su más preciada persona.

-Hola.

-Hola tú misma. - Contestó Andrea. - ¿Te dieron algo para calmar el dolor?

-La misma medicina de siempre. - Se encogió de hombros, su tono era bajo. - Al menos ahora puedo hacer más cosas, como bañarme, pero aún debo de ocupar las benditas muletas. - Se acurrucó más cerca, sus yemas recorrieron el contorno del cuello de la blusa de Andy. - Intenté poner peso en él... pero duele demasiado. Ya que, ¿cómo te fue a ti?

-Bien, he cerrado un trato de adquisición.

-Eso es bueno.

-Hablando de tratos con beneficios, que te parece si dejamos ir a Cecilia temprano hoy. Tengo una bañera enorme en el piso de arriba esperando.

-¿Estás hablando en serio?

-Sip, y si eres una buena chica puedo incluso unirme a ti.

-Sería fantástico...

-¿Pero?

-No hay peros.

-Había una vacilación al final de tu penúltima frase. - dijo Andrea.

-No lo sé, acabo de recordar que había días donde ni ella ni yo podíamos yacer en la misma habitación mucho menos en una tina. Era su forma de castigarme o castigarnos. - dijo Len tratando de sentarse, separándose de los brazos de su amada. - Creo que sentir el dolor de mi tobillo me hizo recordar lo que sentí al perder parte de mi pierna.

-Sabes que yo no lo haré. - Prometió Andy, sabiendo bien lo que la mujer estaba sintiendo. - Entonces, estás lista para ese baño.

-¿Vas a acompañarme? - Preguntó sin vergüenza.

-Tú sabes que me encantaría.

***

Cuando el invierno llegó y la temporada de huracanes empezó, los días se hicieron más largos y la vida continuó su curso.

Len se esforzaba duramente en su terapia. Tomó cada oportunidad para fortalece y construir resistencias en su pierna. Mientras que Andrea se aseguraba que tuviera el descanso correcto. Sus vidas habían cambiado, y cada una se había adaptado a su nueva faceta. En ese tiempo, Helene había progresado y las memorias que creyó nunca jamás recordar, volvían como destellos, como una nube gris, como una integral no elemental, como un limite hacía el infinito. Imposible de descifrar,

Cuando podía comprender, lo que era poco común. Llamaba a Rebecca, se habían vuelto amigas, y en ese vaivén, había conseguido comunicarse con su familia. Por supuesto, les había mentido, aunque se sincero al decirles que se había separado de su, ahora ex esposa, pero que necesitaba un tiempo a solas para comprender que le deparaba el futuro. Omitió completamente su accidente así como también su relación con Andrea. Lo que menos quería era ver la intromisión de sus hermanas en su nueva vida. Helene analizó que, si se le estaban dando un libro en blanco, era para escribir un nuevo comienzo, no para cometer los mismos errores del pasado.

De cierta forma, había deseado que las cosas no fueran tan radicales, pero no había forma de evitarlas. Frecuentemente se preguntaba si estaba haciendo lo correcto, no solo alejándose de su familia, sino que también de sus amigos. Aunque no estaba muy segura, no es que les diera espalda completamente, pero tampoco había sido completamente sincera.

Quería trazar ese límite, no quería que nadie se inmiscuyera en sus asuntos. Sincera no tanto, mentirosa un poco. ¿Se justifico? Para nada, solo había dicho que se sentía libre después de todo. ¿Y donde estaba? En algún lugar, buscando paz. ¿No estaba triste? ¿Melancólica? ¿Destrozada? Solo deseaba privacidad, sin argumentos ni explicaciones, había omitido su vida amorosa. Pero a nadie le afectaba eso.

Era el cielo en la tierra y Len no podía imaginarse ser más feliz.

Al final, las muletas fueron dejadas a un lado a finales de agosto, el doctor Robbinson no podía estar más orgulloso. Andrea insistió en celebrar, saliendo a cenar. Llegaron a casa después de las once, pero ninguna mostraba estar cansada. Al contrario, se hicieron el amor a lo largo de la noche.

***

(╭☞ ͡ ͡° ͜ ʖ ͡͡°)╭☞ Un vacío existencial.

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