Oitenta e Dois

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-¿Len?

Len se volvió para mirar a Andrea, quien estaba de pie justo en la puerta de corrediza. Andrea parecía insegura, y terriblemente vulnerable. El corazón de Len se agitó al verla, y quería ir a ella y besar el miedo de sus ojos.

-¿Qué pasa?

Andrea buscó la cara de Len. Al ver la bondad y ternura, recordó el suave toque de Len y encontró el valor para continuar.

-Sé que nosotras estamos aquí. – Andy vaciló, su voz enganchándose en las palabras. -Pero tengo miedo que sea sueño, porque no creo que sea capaz de superarte después de esto.

Len se quedó muy quieta, luchando por la fuerza para aceptar que ella se sentía de la misma forma.

-Esto significa que nosotras... - Se detuvo, consciente de los temores persistente martillando en ella. Ella dio vuelta, recordando en su mente la imagen de Andrea en sus brazos. Aquella sensación la cautivó. - ...significa que te amo, Andrea. Significa que te necesito. Significa que voy hacer todo lo que sea posible para no hacerte daño nuevamente. – Tragó saliva, y luego dio un paso más cerca de la mujer que había capturado su corazón. – Esto significa que te amo, más de lo que nunca podré expresar.

Andrea sonrió, una sonrisa temblorosa que reflejaba las lágrimas en sus ojos. Ella cruzó el espacio restante entre ellas, llegando a Len, enredando sus brazos alrededor de la cintura de Helene, y acomodando su cabeza en el hombro de está última.

-¿Cómo es que siempre sabes qué decir? – Dijo Andy.

Los brazos de Len se cerraron alrededor de ella, con una mano acariciando suavemente su cabello. Ella se rió un poco insegura.

-Como de costumbre, estar cerca de ti hace que sea fácil de decir las cosas que siento. Incluso cuando me da miedo. Lamento haberme alejado, te hice daño y me hice daño. – Andrea besó la parte superior de la cabeza de Helene, luego levantó la barbilla de Len en la palma de su mano. – Te amo, Andrea Harem Acosta Leonor. Así demasiado. – Dijo mirando el profundo color verde de sus ojos.

Andrea volvió a sonreír, una sonrisa completa ahora que iluminaba sus rasgos con esperanza y felicidad. Ella rozó sus labios con los de Len, y repitió en voz baja.

-Helene Cabrera Barrientos. Así demasiado.

De repente, ya no había ninguna necesidad de palabras. Cada una podía sentir la verdad en los brazos de la otra. Andrea se presiono cerca, acariciando los hombros de Len, su pecho, su espalda. Sus labios se encontraron mientras Len sacó la blusa de Andrea desde debajo de la cintura del pantalón, pasando sus manos sobre la piel suave que descubrió. Mantuvo su boca sobre Andrea, sus manos llegando a los pechos de Andy, liberándolos, hambriente de la sensación de su carne. Andrea se echó hacia atrás lo suficiente como para conseguir meter sus manos entres sus cuerpos y tirar del zipper del pantalón de Len.

Acarició el abdomen de su chica, pasando sus dedos a lo largo de los bordes de los músculos temblorosos, con desesperación empujó los pantalones hacia abajo, tratando de tocar más de ella.

Len se apartó primero, jadeando, su estómago en nudos con la necesidad tan pesada que apenas podía estar de pie. Estaban casi desnudas en medio de su sala de estar. Las manos de Andrea sujetaron los glúteos de Len con mucha presión y urgencia. Sus ojos verdes nublados por la lujuria, y ella gimió cuando las manos de Len bajaron a su parte más húmeda.

-No – Protestó Len.

-Helene. – Andrea gimió cuando los dedos de Len se deslizaron por la parte delantera de sus pantalones. Sus rodillas se doblaron y ella casi se cayó. - ¡Len, espera! Dormitorio, ahora, o no podré sostenerte, y terminaremos aquí en el suelo.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora