Cinquenta e Dois

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Se despertó por la fría brisa de la mañana. El leve susurro del bosque hacía eco en sus oídos. Tan tenue la luz del alba se filtraba en medio del abundante follaje. Al compás del armónico matinal, dulce melodía. Se removió en medio del césped, tratando de interpretar donde estaba. En su vida, nunca había pasado una noche tan agradable.

Había cumplido su sueño, dormir en los brazos de la persona que admiraba. Y no era secreto, desde que había visto la foto de Rebecca en el despacho de Fátima, no había dejado de pensar en ella.

Buscó el calor del cuerpo de su acompañante... pero no lo encontró.

Abigail abrió los ojos para ver un pálido cielo azul. Le dolía todo el cuerpo. El dolor en sus brazos era insoportable. Había dormido toda la noche en posición fetal. Acurrucada como una criatura indefensa a la merced de las bestias.

Levantó las manos y dejó salir un gritó de dolor. Se rompió la cabeza tratando de recordar qué había pasado y cómo había llegado hasta allí. Todo llegó a ella como un destello. Estaba a punto de incorporarse, pero sus músculos estaban tan tensos que apenas podía moverse. Se quedó ahí tomando una bocanada de aire tras otra. Poco a poco el dolor amainaba, algo de movimiento regresó a sus miembros.

Se sentó, dejando caer unas hojas al suelo. Miró alrededor y se dio cuenta de que estaba en medio del bosque. Una ligera neblina blanca se amontonaba en el cielo matutino. Olía como huele el aire en el momento antes de amanecer. Esperó que Beck regresará por ella, sabía que había pasado la noche con Rebecca, así que se dejó caer en la manta. Cerró los ojos y se durmió.

Cuando abrió nuevamente los ojos, los árboles y la hierba a su alrededor estaban siendo iluminados por el difuso brillo de la mañana.

«¿Sí va a regresar?»

¿Qué otra cosa podría estar haciendo además de buscarla? ¿Cómo era capaz de dejarla tanto tiempo sola?

Abigail dudó un segundo y finalmente pronunció el nombre de Beck.

La inquietud presionaba en su cabeza y hombros. ¿Qué pasa si quería encontrarla, pero no podía? Una punzada de preocupación la hizo arrodillarse, sus articulaciones crujieron cuando se puso de pie para mirar alrededor. A su derecha estaba lo que parecía un claro.

«Si solo camino hasta allí, no será tan peligroso».

Abigail caminó hacia el claro, hasta que llegó al final del bosque. Tras el último árbol había un campo marrón con pequeños arbustos. Más allá del campo, después del borde de una quebrada, había un vasto bosque. Se sintió mareada. Cerró los ojos por un momento, y calvó los dedos en dos mechones de hierba que crecían en ambos lados de donde estaba.

Entonces un pensamiento llegó sin dificultades a su mente. Se dio cuenta que ya sabía desde el principio, pero había estado evitando la idea, incapaz de aceptar la verdad. Ahora, el saberlo la abrumaba y se sentía perdida.

Abigail cerró los ojos y gritó:

-¡Rebecca! ¡Por favor, respóndeme!

Pero todo lo que escuchó fue el rugido del viento. Beck - debía seguir ahí - pero no contestó.

-¿Te has ido? ¡Que alguien me ayude!

¿Dónde se encontraba? ¿Qué clase de persona abandonaba a otra? ¿Estaba a salvo, o en peligro?

-Quiero irme - susurró, y lágrimas empezaron a caer. - Quiero irme a casa.

Una vez empezó, no pudo detenerse. Abrazó sus rodillas y hundió el rostro. Entonces, rompió a llorar.

IncertidumbreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora