capítulo 19

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¡Estúpida tú!

Capítulo 19.

Narra Álex.



Hoy elijo  un traje negro, sin corbata, peino mi cabello, un poco de loción y listo. Termino de organizarme  para asistir a la dichosa fiesta. Mi hermosa esposa hoy luce espectacular, ese vestido le queda perfecto, un adorno que resalta mucho más su hermoso cuerpo y su belleza. Hago que gire sobre su propio eje, puedo decir que acabo de tener un orgasmo visual. Le queda perfecto ese vestido, hoy ella será la sensación de la fiesta, hoy por fin le voy a cerrar la boca a ese imbécil, por fin le presentaré a la señora Fernández y le voy a dejar muy claro que lo mío es mío y no se mira.

Le doy un beso en la frente, no quiero arruinar su maquillaje.

—Nena, te ves jodidamente hermosa, bueno mucho más de lo que eres.

Ella me regala una sonrisa, me pierdo en sus ojos bipolares que hoy brillan mucho más.

—Usted también está muy guapo, señor Fernández.

—Acabo de tener un orgasmo visual —muerdo mi labio inferior—, ya te vi el vestido puesto, ahora muero por verlo aquí en el suelo.

Ella me mira con lujuria, pasa rozándome, su brazo toca el mío y mi cuerpo cobra vida de golpe.

—¿Y por qué no me lo quitas ya? —inquiere con una sonrisa malvada—, yo no quiero solo un orgasmo visual, quiero mucho más.

La sigo con la mirada hasta que se detiene bajo el marco de la puerta. Miro el reloj y niego.

—No se puede, aún no, nos espera una gran noche.

Sonrío. Paso por su lado, ella hace un puchero.

—Me adelantaré, yo te aviso en qué momento puedes hacer tu entrada triunfal.

Vuelvo a sonreír, ella solo niega.  Salgo de la casa en mi auto, Mateo me dijo que él llegaría con Katia, ellos saben que yo llego solo.

Minutos después he llegado al Gansevoort Hotel, a 350 metros del Museo de Arte Americano Whitney, ofrece bar, salón y terraza en la azotea con piscina climatizada abierta durante todo el año. Se puede disfrutar plenamente de la vista a los tejados de la ciudad. Su particular posición es espectacular: todos los días se puede admirar el maravilloso atardecer sobre el río Hudson.

Estaciono  mi coche, casi al instante llega Mateo con Katia. Ingresamos juntos al hotel, subimos hasta el último piso, la azotea. Entregamos nuestras invitaciones,los empleados nos saludan muy amablemente. El lugar está lleno, hay una gran cantidad de mujeres, todo perfectamente decorado, meseros  muy elegantes, una mesa llena de pasa bocas y todo tipo de licores.

En la entrada principal nos recibe con una sonrisa Alexander Fournier.

—Bienvenidos —saluda con su particular acento francés—, que bueno tenerlos aquí.

Levanta una copa que trae en la mano y luego señala todo el lugar.

»Esto es por y para ustedes, ahora es mi turno de hacer una fiesta en su honor con toda, les enseñaré como se hace una fiesta al estilo francés, lo mejor de lo mejor.

—Muchas gracias, honor que nos haces —saluda Mateo—, te presento a mi esposa, la señora Carvajal.

El tipo la escanea de pies a cabezas luego toma su mano y deja un beso en ella.

—Es un gusto. ¿Ya nos habíamos visto, verdad? —Pregunta.

Katia sonríe y asiente.

—Sí, yo era la chef encargada de la comida aquel día en la empresa.

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