capítulo 57.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 57.

—Parece que viste un fantasma —soltó una risita—, ¿no te da gusto verme después de tanto tiempo? 

Levanté la mirada haciendo conexión visual con él, su mirada era tan intensa que me provocaba pánico. Sentía que el corazón se salía de mi pecho, mis manos estaban heladas, me negaba a creerlo, pero efectivamente era él. Aunque había cambiado mucho, tenía   tatuajes en su brazo izquierdo y su cuerpo estaba más musculoso, la barba cubría parte de su rostro y su mirada, esa  mirada que me  provocaba pánico. Ahora todo tenía sentido, por eso esa sensación de miedo, siempre fue él. Traté de moverme hacia la salida cuando escuché.

»¿Por qué la prisa? Si apenas llegas.

Empezó a caminar hacia mí, no podía moverme, las piernas no me respondían, escuchaba sus pasos hacer ecos en mi cabeza. Pasé saliva tratando de cortar el nudo que se formó en mi garganta, traté de respirar porque el aire se me hacía demasiado pesado. 

—Tú —Susurré—,¿Por qué?

Mis ojos se cristalizaron. Se pellizcó la barbilla como si estuviera pensando. 

—A ver, adivina.

Giré sobre mi propio eje, quería salir corriendo, estaba aterrada tanto que sentía que en cualquier momento mi cuerpo dejaría de responder, pero entonces escuché esa voz ronca que me hizo enchinar cada vello de mi piel.

—¡No olvides quién pone las reglas y si sales por esa puerta yo seguiré mi juego! —exclamó con autoridad—, tú eliges si seguimos jugando.

Cerré los ojos y los apreté con fuerza, llevé mis manos al pecho sosteniéndolo con fuerza para que mi corazón dejara de latir tan rápido,  parecía que se iba a salir. Un par de lágrimas se me escaparon, giré otra vez quedando en el mismo lugar donde estaba y lo miré a los ojos aunque por dentro el pánico me consumía, era imposible  no volver atrás y recordar esa noche.

—¿Qué es lo que quieres? —susurré mientras mi mandíbula empezó a moverse como si tuviera vida propia.

Se acercó quedando solo centímetros entre los dos, ahí mi corazón se detuvo, sentía que la sangre había dejado de correr.

—¡Venganza! —respondió con una mirada llena de odio y un tono de voz hostil.

Apreté mis puños y traté de mantenerme en pie.

»No sabes el infierno que sentí en esas cuatro paredes y todo por tu culpa —gritó tan fuerte que mi cuerpo se sobresaltó—, lo único que quiero es que pagues cada uno de los años que pasé en ese puto agujero y todo por tu culpa.

Empezó a caminar a mi alrededor, mi respiración empezaba a ponerse más pesada. Estaba segura que él podía escuchar los latidos de mi corazón.

»Ese lugar es el maldito infierno y a ese infierno es donde yo pienso llevarte. Vas a pagarme los nueve años que estuve en ese  puto agujero.

Escupió con tanto veneno. No podía controlar mis lágrimas en cuestión de segundos, mis mejillas estaban empapadas. Ni siquiera podía hablar, parecía que mi lengua se había pegado a mi paladar, estaba aterrada, mi cuerpo no me respondía. Me rodeó como una fiera cuando acecha a su presa, se detuvo justo detrás de mí, tomó un mechón de mi cabello y lo pasó por su nariz inhalando fuertemente.

Sentí tanto asco, retrocedí hasta que golpeé el auto con mi cuerpo. Negó mientras soltó una risita.

—Sigues tal como te recuerdo —me miró de pies a cabezas—, tan hermosa y arisca.  

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