capítulo 52

1.1K 154 463
                                    

¡Estúpida tú!

Capítulo 52.

Me doy la vuelta para mirarla,  está señalando con su cepillo de peinar, eleva una ceja y me mira a los ojos fijamente, ella me conoce perfectamente. Termino de quitar mi camisa y la tiro en el suelo. Ella aletea sus largas pestañas me mira a la espera de una respuesta. 

—Bien —suelto aire por la boca—, agotador. 

Me sigue mirando a los ojos, ella sabe que hay algo más. 

—Imagino —vuelve a mirar el espejo—, te voy a preparar algo rico de cenar.

Deja el peine, pasa por mi lado, pero antes de que cruce la puerta la tomo de la mano, ella me mira, nuestras miradas y el silencio son más que suficientes para que ella sepa que es importante lo que tengo que decir. Retrocede y se sienta en el mueble que hay a los pies de la cama, cruza sus piernas, pone sus manos en sus rodillas y con la mirada me dice; soy toda oídos.

Me posiciono frente a ella y empiezo a contarle todo tal cual pasó, entonces esa diosa se transforma en odiosa, de ángel a demonio en tan solo segundos. 

—¿Estás diciendo que esa perra trató de besarte y no contenta con eso se te insinuó? —eleva el tono de su voz. 

—Sí, pero la puse en su lugar y…

Me interrumpe, empieza a caminar por la habitación como una leona enjaulada. 

—Ahora sí le voy a sacar los malditos ojos.

La tomo de la mano.

—Nena, no pasó nada. Yo no lo permitiría jamás.

—¡Acabas de decirme que otra tipa intentó besar a mi esposo y me dices que no pasó nada! —me fusila con la mirada—,¿Cómo lo tomarías tú si yo te digo que otro intentó besarme?

Exhalo.

—Nena, baja la voz, el niño podría escuchar.

Ahora sí me mata, me entierra, me desentierra y me vuelve a matar con la mirada.

—¡Manda a callar a tu abuela!

Da la vuelta, avanza y se encierra en el guardarropa.

—No tengo abuela —digo.

Solo escucho un gruñido. Me recargo en la  puerta.

»¡Nena, hablemos! —pido.

Ella empieza a tararear.

—No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado.

Ruedo los ojos.

—Paola no seas berrinchuda, abre la puerta.

—No quiero —grita.

Suelto un gruñido, empiezo a exasperarme. 

—¡Haz lo que se te pegue la gana! —mascullo. 

Camino directo a la terraza cuando escucho que grita.

—Eso hago. 

Ruedo los ojos, con esa mocosa no se puede. Apoyo las manos en el barandal y suelto un gruñido. Minutos después escucho la puerta abrirse, ladeo la cabeza y la veo salir, se cambió de ropa, trae un crop top fucsia, un jeans negro con agujeros, tacones del mismo color, el cabello suelto y un maquillaje sencillo, aunque sus labios son color carmesí. 

La escucho hablar por teléfono, entro a la habitación, frunzo el ceño, ella solo me ignora. Le dice a Katia que  se organice porque ya va por ella. Cuelga el teléfono, me interpongo en su camino.

©¡ESTÚPIDA TÚ! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora